Dinastías

por Jesús M. de la Cruz

El Museo Arqueológico de Alicante expone desde marzo hasta octubre de 2024 una exposición titulada “Dinastías”, sobre los primeros Estados de Europa durante la Edad del Bronce. En la exposición se reúnen más de 400 piezas donadas de 20 museos y otras instituciones con el objetivo de mostrar la manera en que surgieron las primeras unidades políticas organizadas de la Prehistoria.

En este artículo vamos a viajar por la exposición y analizar la información que nos ofrece para adentrarnos en la creación de los primeros Estados de Occidente, en un momento en que en Oriente se consolidaban poderes como el imperio Hitita, se desarrollaba el Imperio Medio Egipcio o emergían los reinos aqueos que alcanzarían su amargo final con la Guerra de Troya. La aparición de los primeros Estados es un aspecto fundamental en la evolución histórica de las sociedades de la Europa central y atlántica, un período solo abarcable a través de la arqueología, ante la total evidencia de fuentes escritas.

Vaso campaniforme

Vaso Campaniforme, la vajilla típica de la expresión común de poder entre las élites del Calcolítico final. Fuente: web de la exposición www.marqalicante.com

La exposición se organiza en una presentación en video muy interesante, que puedes ver aquí, para acceder luego a tres salas, cada una dedicada a un aspecto específico sobre el proceso de emergencia, consolidación y crisis de las élites de poder que configuraron la cabeza visible de estos Estados prehistóricos.

El tema de la primera sala se titula “La forja de una nueva sociedad”. En esta parte de la exposición nos envuelve una luz blanca y tenue, y podemos escuchar los balidos de los animales y los ruidos de la siega de cereales y la poda y tala de árboles, todos sonidos familiares relacionados con las actividades de la vida cotidiana de las poblaciones de esta etapa de la Prehistoria. Históricamente nos adentramos de nuevo en el proceso de evolución social de las comunidades del Calcolítico, con la aparición del vaso Campaniforme y las migraciones Yamnaya. El foco de atención de toda la exposición girará en torno a tres sociedades coetáneas que protagonizarán como ninguna otra este proceso de estatalización: el Argar en España, Unetice en Alemania y Otomani-Füzesabony en Hungría. Estas tres culturas comenzarán a manifestar hacia el 2200 a.C. una serie de características en común: las redes comerciales a larga distancia, el desarrollo de ejércitos, la lucha por el control del territorio y sus recursos y el establecimiento de un sistema de cobro de impuestos.

Anteriormente a la cristalización de los Estados, durante el Calcolítico (c. 2500 a.C.) comienzan a aparecer tumbas de guerreros individualizadas, equipados con la llamada vajilla campaniforme, además de lucir brazales de arquero hechos de metal o hueso y algunas armas, como jabalinas y puñales. Es en esta época donde aparecen también las primeras alabardas, un arma que acabará convertida en el emblema de muchas de las futuras jefaturas y reyes de la Edad del Bronce. Mientras esto ocurre en Europa Occidental, desde las grandes llanuras de Europa Oriental comienzan a movilizarse una serie de poblaciones conocidas como Yamnaya o proto-indoeuropeos, que emparentarán con las élites campaniformes. Los estudios de ADN demuestran que los jefes orientales impondrán su acerbo genético en Europa, pero mezclándose con las poblaciones locales y adaptando sus costumbres culturales, lo que aparece manifestado por la ausencia de cambios en las tradiciones cerámicas, sus rituales funerarios y sus formas de organización.

Con los inicios de la Edad del Bronce, en torno al 2200 a.C., el fenómeno Campaniforme comienza a remitir. Los nuevos modelos cerámicos, sin embargo, parecen recordar de alguna manera este estilo, ya sea en la decoración o en las siluetas de los vasos, con perfiles esquinados y bocas rectas. Ya desde el Campaniforme se aprecia que los vasos corresponden a unas cantidades métricas determinadas, estableciendo un sistema de medidas estándar. Este sistema desvela la existencia de una forma de controlar el almacenamiento y la distribución de los productos alimenticios, tanto líquidos como de grano. Este proceso implica que la recogida de alimentos ya ha comenzado a convertirse en un elemento que regular y medir con el objetivo de gestionar tributos e impuestos.

En este período comienzan a aparecer las primeras ciudades, o núcleos urbanos organizados. Elementos necesarios para reconocer el surgimiento de estas ciudades son, entre otros, la alta densidad de ocupación de un enclave, la distribución de las viviendas por barrios, que expresan diferencias sociales, la presencia de obras públicas como almacenes, cisternas y templos, y la construcción de fortificaciones. Además, en el interior de estos espacios urbanos comienzan a encontrarse edificios donde se desarrollan tareas especializadas, como la forja, el procesado de alimentos o el tejido. Sin embargo, por lo general estas tareas se realizan dentro de espacios que también son utilizados como viviendas. Como complemento a esta organización interna, comienzan a aparecer residencias cuyo tamaño o disposición interna nos remiten a los primeros palacios o residencias diferenciadas de una élite gobernante.

Por último, las tumbas y los ajuares enterradas en ellas reflejan la nueva posición de los individuos que ejercen el poder. Estos líderes, hombres y mujeres, se entierran con cerámica de gran calidad técnica, aderezos personales de oro y plata, objetos de adorno con materias primas obtenidas por el comercio, como marfil o ámbar, y algunas armas. Por debajo de estos líderes la población se organizaba en guerreros y otros miembros que gozaban de plenos derechos, y por debajo, grupos dependientes de trabajadores y otros grupos sometidos, tal vez considerados como esclavos.

Tesoro de oro y ambar

Ajuar de piezas de oro y collar de cuentas de ámbar de la cultura Otomani. Fuente: web de la exposición www.marqalicante.com

La segunda sala se centra en la metalurgia y el intercambio de recursos a larga distancia, con el título «Metalurgia e intercambio». Esta sala contiene como eje central una recreación muy sugerente del proceso productivo de los metales, con maniquíes dispuestos en distintas acciones que van desde la extracción del mineral, pasando por su procesado, fundición y forja, para terminar con la deposición de los objetos de valor en el interior de las tumbas de los grupos privilegiados. En todo momento nos envuelve el sonido del trabajo del metal y el golpeteo del martillo. El control del proceso de producción y transformación del metal y su posterior intercambio se convierte en un elemento clave para afianzar el poder de las élites gobernantes, una herramienta de poder político. Con el establecimiento de redes de intercambio cada vez más lejanas, los jefes de estos grupos (Argar, Unetice, Otomani) contactan entre sí, compartiendo sus conocimientos y generando una relación de mutuo beneficio. Las hachas y los lingotes de metal aparecen en ajuares y ocultaciones de tumbas y cerca de las minas, lo que parece indicar la introducción de la noción de valor de cambio y puede que se hayan convertido en las primeras formas de moneda.

Las principales materias primas explotadas por estas culturas son el cobre y el estaño. Estos recursos no se encuentran de forma abundante ni en compañía, por lo que los metales necesarios para la aleación del bronce deben ser obtenidos por separado desde puntos distantes. Otros recursos, como la plata y el oro, son más fáciles de localizar, pero mientras que en el Argar se dispone de abundantes minas de plata, el oro será explotado con más facilidad por las culturas de Unetice y Otomani. La fabricación de objetos de metal era un trabajo complejo, por lo que llevarlo a cabo solo estaba en manos de unos pocos individuos, verdaderos especialistas que guardaban con celo su saber, ocultándolo de los demás y mezclándolo con creencias en lo sobrenatural y conocimientos mistéricos transmitidos de maestro a aprendiz. Estos individuos, además, lograron adquirir un gran reconocimiento social como personas altamente especializadas.

Recreación de las labores de extracción y manipulación del metal de la exposición. Fuente: www.alicanteplaza.es

La tercera sala lleva por título “Dinastías”. En ella encontramos un ambiente dominado por el color rojo, con una canción entonada como un lamento por una solista que personalmente me ha recordado a la intérprete Lisa Gerrard. El color y el dolor de la música nos remiten a la violencia, un sentimiento acentuado por una cita que podemos leer en el cartel de entrada a la sala: “La guerra ya no puede detenerse y va de mal en peor… el exceso exige el exceso, y finalmente no queda nada”. Se trata de un texto adaptado de la Antígona de Sófocles. Y es que el ejercicio legítimo de la violencia como forma de poder conllevará a estos primeros Estados de Europa a la creación de ejércitos que lucharían a favor de la perpetuación de los privilegios de la élite que descollaba sobre la sociedad campesina sometida.Con la consolidación del poder de estos jefes viene el mediodía de los Estados de las tres culturas, con la aparición de tumbas monumentales con ajuares suntuosos, propios de verdaderos reyes y reinas. En este sentido, y como apunte personal, diré que me alegró ver que en la exposición superan la reserva inicial ante un concepto tan específico y se atreven a hablar de monarcas, un cargo político ampliamente utilizado entre las culturas orientales coetáneas que hacen gala de las mismas características y rasgos que definen en ambos espacios geográficos a los grupos de poder. Estas monarquías, convertidas en líderes guerreros y dirigentes de sus pueblos, van a tratar de perpetuar su forma de vida estableciendo el concepto de heredad entre sus descendientes. En las tumbas encontramos los primeros niños acompañados de ajuar, a la vez que la riqueza de los depósitos funerarios se repite en muchos enterramientos a lo largo del tiempo, lo que expresa la estabilidad conseguida por estos grupos minoritarios. Todo esto permite hablar de linajes y dinastías, el nombre general que adopta la exposición.

Las alabardas, hachas y espadas se convierten en la Edad del Bronce en el equipo propio de los guerreros. Su posesión se asocia con la violencia y el liderazgo, ya que requerían una habilidad entrenada para el combate y permitían ejercer la fuerza contra enemigos y rivales para mantener los privilegios obtenidos en el nuevo orden social, un orden que se vería constantemente amenazado por las desigualdades creadas. La decoración de algunas de las armas indica el valor que tenían las mismas como símbolo de clase y la existencia de una diferenciación entre jefes o líderes y los simples guerreros. El estudio de las hojas de las armas enterradas en tumbas o aparecidas como parte de depósitos rituales demuestra que fueron utilizadas de forma efectiva. Las armas muestran muescas en los filos más comúnmente que daños en la punta, lo que indica que los estilos de lucha estaban más dirigidos al corte que al punzamiento.

Espada y hacha de bronce

Espada y hacha de bronce. El hacha refleja un cuidado grabado en su hoja. Cultura Otomani. Fuente: web de la exposición www.marqalicante.com

Mientras los hombres ejercían la violencia, las mujeres de la élite se convierten en piezas clave para la perpetuación y relación de este grupo social con otras monarquías. Mientras la violencia mantenía los privilegios y derechos de las dinastías reinantes, las alianzas matrimoniales permitían crear una red de alianzas que potenciara y ampliara su poder. Las mujeres eran enviadas lejos de su hogar, portadoras del apellido familiar para enlazar con otros linajes y ampliar los horizontes políticos de sus propias estirpes.

Todo esto panorama pareció desmoronarse en torno al 1550 a.C. Los factores que explican la caída de un imperio no son fáciles de determinar, ni resultan sencillos. Los circuitos comerciales que alimentaban a estos grupos de poder cambiaron y algunos de los minerales explotados se agotaron, haciendo que los recursos que enriquecían a la élite dejaran de llegar y sumiendo a sus sistemas económicos en la crisis. Sin embargo, la baza de mayor peso interpretada por la arqueología es la del cambio social. La explotación de los grupos campesinos por parte de la realeza y los grupos dominantes provocaría situaciones periódicas de violencia, pero la crisis económica empeoraría la situación, llevando a la sobreexplotación de las tierras de cultivo y un agotamiento de los recursos alimenticios. Las revueltas de la mayoría de la población, descontenta y desesperada, conducirían a explosiones de violencia cada vez mayores y situaciones de revolución. Esta violencia se refleja en el abandono de los asentamientos más destacados, la ocultación de objetos de gran valor y la desaparición en el registro funerario de las tumbas principescas, además del saqueo y la destrucción de otras. Todo esto marcaría el último aliento de las dinastías reinantes de los primeros Estados de Europa.

Corona de Patio de Armas en Caravaca de la Cruz

Diadema de Oro de Caravaca de la Cruz, perteneciente a la cultura del Argar. Web de la exposición www.marqalicante.com

Imagen de portada: cartel de la exposición Dinastías del Museo Arqueológico de Alicante.

Bibliografía:

Carteles de la exposición temporal Dinastías del MARQ.

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