por El Profesor
Las pinturas rupestres del parque natural del Monte de Valonsadero, cercano a la ciudad de Soria, son un conjunto de pinturas rupestres de tipo esquemático distribuidas por 35 abrigos en torno al rio Pedrajas, en los parajes conocidos como Cañada Honda, Los Peñones, Los Isaces y Los Castillejos. Valonsadero forma parte de la Red de Espacios Naturales de Castilla León y está acondicionado como zona natural de esparcimiento por parte del Ayuntamiento de Soria, por lo que el acceso y visita a las pinturas está organizado como parte del atractivo turístico de la zona. El conjunto de abrigos rocosos donde se ubican las pinturas están organizados en sendas estaciones protegidas por una verja de la acción vandálica y con carteles explicativos. Una ruta señalizada recorre 11 estaciones en el paraje de Cañada Honda, mientras que los otros 24 abrigos están igualmente señalizados, pero permanecen fuera de ruta y pueden ser visitados realizando senderismo por el parque natural.
La datación cronológica de las pinturas ha llevado a clasificarlas en dos grandes tipos. Un grupo de pinturas pertenecen al calcolítico, entre el 3.000 y el 1.900 a.C. Otras fueron compuestas en la Edad del Bronce, del 1.900 al 1.200 a.C., e incluso es posible que algunas de ellas procedan de época del Hierro.
El territorio en que se ubican las pinturas pudo ser un terreno de paso entre varias comunidades que practicaban la ganadería trashumante o que tenían una vida seminómada. Estos grupos humanos buscarían en verano las praderas y valles donde el pasto es abundante, mientras que en invierno marcharían a sus lugares de habitación y refugio.
Existen escasos restos arqueológicos que permitan interpretar de forma concreta la forma de vida de estas sociedades. La comparación con datos de distintas regiones de la Península permiten esbozar una forma de vida de asentamientos estacionales, siendo la caza y el pastoreo sus principales formas de subsistencia. Con toda probabilidad conocerían la metalurgia del cobre primero y el bronce después, aunque su uso sería escaso. Los instrumentos serían fabricados en materiales perecederos, como madera y tendón, además de objetos líticos, de hueso y cuerno. Estas comunidades se instalarían en zonas apropiadas para el pasto del ganado, formando pequeños poblados de cabañas independientes o bien construidas aprovechando las formaciones rocosas graníticas del entrono.
El relieve del entorno de Valonsadero es muy apto para este tipo de construcciones: largas paredes verticales que ayudan a asentar postes para cabañas, o abrigos, viseras de roca y oquedades que facilitan el refugio improvisado con tiempo atmosférico adverso. Dado que la zona de Valonsadero era un territorio de paso, las pinturas serían realizadas como parte de las rutas ocasionales de estos pueblos, plasmando en los lugares donde se detenían distintos motivos pictóricos.
Las pinturas siguen la misma técnica, repetida durante generaciones, denominada arte esquemático. Las figuras son simples, con trazos sencillos y formas planas. Las figuras y representaciones siguen una misma ley de representación, de forma que son reconocibles en lugares muy distantes entre sí. El método de pintura, denominado tinta plana, consistía en aplicar con un pincel o el dedo una mezcla de óxido de hierro, lo que proporciona el color, triturado junto con agua o grasa animal, lo que otorga consistencia a la pintura.
La interpretación de las pinturas de Valonsadero es de difícil significado. El carácter esquemático de las pinturas dificulta su comprensión, y el aspecto abstracto de muchas de ellas no permite conocer con exactitud lo que pueden representar. Algunas composiciones han sido entendidas como un arte religioso, relacionado con el culto a los antepasados. Otras muestran escenas cotidianas de pastoreo, caza o de actividades agrícolas, lo que ha llevado a interpretarlas con un carácter narrativo, con un significado que las gentes que las compusieron sabían leer como un tipo de sistema de transmisión de conocimientos o conceptos complejos. De cualquier manera, las pinturas debieron cumplir una función concreta para los grupos que habitaban la región y que dejaron en las rocas señales que tenían un valor importante en el mundo de sus creencias.
Los motivos más abstractos han sido interpretados en un sentido amplio como escenas mágicas, ceremonias rituales de entrega de ofrendas o de protección. Otras escenas figuradas, pueden representar motivos de vida cotidiana, como la caza o el pastoreo. Un pequeño pero llamativo número de escenas han sido interpretadas como danzas o actos rituales, propias de ciclos matriarcales y agrícolas. Este tipo de ritual sería realizado por las muchachas de la tribu como parte de un rito de paso que proclama su madurez sexual y promoción social. Estos rituales a la vez se relacionan con las creencias en los ciclos de crecimiento y reproducción de la Naturaleza, aspectos muy importantes para la supervivencia de estas sociedades básicas. Ese tipo de escenas documentan la práctica del matriarcado en estas pequeñas comunidades agrícolas y ganaderas del Calcolítico y la Edad del Bronce.
Pintura de Peñón del Majuelo. Este panel ofrece una síntesis de todas las formas de vida de los autores de las pinturas. El panel está dividido por una grieta natural. En la imagen observamos la composición a la izquierda de la grieta. En ella se representa una manada de animales cuadrúpedos ¿vacas? acompañados de tres figuras humanas. Los dibujos abstractos (las líneas sucesivas situadas en la parte superior derecha del conjunto) y geométricos (el cuadrado o cajón en la parte inferior) se han interpretado como un campo labrado, un abrevadero o una forma esquemática de representar un bosque y un redil o encerramiento, respectivamente. El símbolo en la parte superior es claramente un sol, mientras que en la segunda composición, a la derecha de la grieta natural, se observa vagamente una silueta circular que podría representar la luna. En su conjunto, podría apreciarse el ciclo diario de pastoreo o de labores agrícolas.
Pintura de Peña Somera. Este panel corresponde a una representación de una escena ganadera. El saliente rocoso donde se ubica domina una pradera donde podrían pastar el ganado transportado por las comunidades del entorno. En la escena se aprecia un conjunto de doce cuadrúpedos en lo que podría ser una típica escena contemplada por los pastores desde la propia covacha.
Esta imagen es una parte del panel denominado Peñascales II. Una serie de fisuras en la roca permite dividir en panel en varios conjuntos. Observamos el conjunto inferior, donde se percibe una mujer adulta (extremo superior derecho de la composición), con brazos largos y dos puntos a ambos lados que representan los senos, rodeada de doce figuras que han sido interpretadas como jóvenes mujeres núbiles ejecutando una danza ritual. Este panel es uno de los utilizados para interpretar el valor matriarcal de la sociedad y de la celebración de rituales de fertilidad y de paso propios de sociedades agrícolas de carácter tribal.
Panel de pintura de el Abrigo de las Manos. Este panel ha sido uno de los últimos en ser descubiertos y expuestos al público: su hallazgo se llevó a cabo en el año 2020 por Esther Moreno. Las pinturas del panel, igual que en todos los demás casos, se encuentran desvaídas por el paso del tiempo y el efecto de los agentes atmosféricos. Las figuras del panel, entre las que destacan varias impresiones de manos, forman parte de un tema muy conocido tanto en el Paleolítico como en pinturas esquemáticas a lo largo de toda la Península Ibérica.
Fuentes:
Paneles informativos del Parque del Monte de Valonsadero.
Web sobre las pinturas y folleto de la ruta:
http://www.turismosoria.es/que-hacer/rutas/rutas-por-valonsadero/