por el Profesor
Desde allí llegamos a la provincia que llaman Danevexeria, donde nos mostraron la silla y el horno de aquel famoso rey Arturo, según las fábulas de los Britanos, y decían que aquella misma era la patria de Arturo. [En la aldea de Bodmin] como los bretones suelen discutir con los francos por el rey Arturo, un hombre empezó a reñir con uno de nuestros criados, llamado Haganello, diciendo que Arturo aún vivía. Tras organizarse por ello un tumulto no pequeño, muchos interrumpen en la iglesia con armas y , si el clérigo Algardo no se les hubiera opuesto, se habría llegado casi a la efusión de sangre.
(Versión sobre Torres, 2003)
A través de este relato el cronista Herman de Tournai nos cuenta las vicisitudes de la peregrinación llevada a cabo por los clérigos franceses de Santa María de Laón por tierras del sur de Inglaterra, con el objetivo de ganar recursos para la reconstrucción de su iglesia, en el año 1113. La referencia ofrecida por de Tournai es muy importante para constatar la existencia de la creencia en que Arturo volvería algún día a Inglaterra para liberar al pueblo bretón. El motivo de la discusión en la iglesia de Bodmin pudo ser que, en el transcurso de una conversación con los lugareños, el tal Haganello tuvo que referir, seguramente sin mucho tacto, su escepticismo acerca de los cuentos populares que circulaban por la región sobre Arturo y la creencia generalizada de que no estaba muerto, si no en algún lugar oculto y mágico hasta el momento de su regreso a tierras bretonas.
A juzgar por la reacción violenta de los foráneos, debía existir una gran sensibilidad sobre la creencia en el rey Arturo entre los bretones. Es muy posible que la discusión procediera del valor que tenía el mito artúrico como referente identitario para los britanos en general y los galeses en particular. En 1113 hacía tres generaciones, aproximadamente, que la dinastía franco-normanda se había establecido en Inglaterra tras la exitosa campaña de Guillermo el Conquistador. La creencia en Arturo como el Rey que Vendrá suponía un incómodo argumento que contestaba el dominio franco, y una indiscreción o bravata por parte de uno de los miembros de la comitiva de Laón fue la chispa que prendió una yesca abundante.
Godofredo de Monmouth, en su famosa Historia de los reyes de Bretaña, nos narra por primera vez en la literatura sobre el rey Arturo el motivo de esta esperanza de los bretones:
[En la batalla de Camlann] el propio Arturo, aquel famoso rey, fue herido mortalmente y trasladado desde allí a la isla de Avalón a fin de curar sus heridas (HRB, 178. De Cuenca, 2003).
El elemento a destacar cuando comparamos la referencia de de Monmouth con la crónica de de Tournai es que la cita del cronista franco precede en una generación al Historia Regum Britanniae. Aunque Geoffrey de Monmouth indudablemente se basó en las tradiciones de su entorno, también añadió mucho de su propia inventiva, y cabe una duda razonable sobre la veracidad de su relato. Sin embargo, en el caso de la muerte de Arturo, otros textos anteriores a la crónica de de Monmouth indican la existencia de esa tradición que debió de servir de inspiración al autor inglés. Así, en las Estrofas de las Tumbas (vv.aa.: 85), la estrofa nº44 afirma que:
Hay una tumba para March, una tumba para Gwythur,
una tumba para Gwgawn Espada Roja;
la maravilla del mundo, una tumba para Arturo.
La tumba de Arturo es una maravilla del mundo puesto que no existe, o mejor dicho, porque no puede ser encontrada: de algún modo, Arturo sigue vivo en espera de liberar a los Bretones. En torno a las fechas en que de Monmouth escribió su crónica existen otras referencias que nos ayudan a conocer lo extendido que este concepto debía estar entre los britanos ya en el siglo XII. Guillermo de Malmesbury, que escribió durante el reinado de Guillermo el Conquistador, escribía que:
La tumba de Arturo no puede ser vista en ningún lugar, con el resultado de que las viejas canciones dicen que él volverá de nuevo. (vv.aa.: 85).
Por su lado, el historiador Enrique de Huntington, que escribió una Historia de los Ingleses después de de Monmouth, escribió una carta a un amigo suyo bretón (Torres, 2003: 112-113) en la que decía que:
Sin embargo, tus compatriotas bretones niegan que [Arturo] haya muerto y esperan solamente que regrese.
El valor político e ideológico de la creencia en que los britanos se liberarían algún día del yugo de los invasores tiene su mayor exponente en la llamada poesía profética (Torres, 2003: 52, 54). Este género literario fue bastante utilizado en el Gales medieval como forma de expresión de la identidad galesa, asumida como la legítima representante de la tradición britana frente a los invasores anglosajones primero y normandos después. Tal vez en ese contexto político pueda entenderse cómo en 1190 los monjes de la abadía de Glastonbury informaron del hallazgo de la tumba de Arturo y Ginebra (Padel, 2013: 45, 90). Si Arturo estaba efectivamente muerto, la esperanza mesiánica de los bretones se desvanecía. Cosa más que curiosa es que entre los héroes de la poesía profética que supuestamente acudirían a salvar a los britanos no se encontraba Arturo, aunque referencias como las ya citadas hasta aquí demuestran que este concepto suponía una idea arraigada en el acerbo popular (op.cit.: 55-56).
Es interesante observar cómo la tradición popular sobre la vuelta de Arturo no se percibe en la poesía galesa que resulta, desde el punto de vista literario, el principal soporte del Ciclo Bretón artúrico. Es posible que las creencias populares no permearan en el ambiente cortesano y culto de bardos y narradores, mantenedores de una tradición que igualmente servía para sostener el valor identitario galés sobre los gobernantes foráneos. La lectura de las Tríadas de la Isla de Bretaña desvela sin lugar a dudas la importancia que el ciclo artúrico tuvo dentro de las tradiciones galesas (Bromwich, 2014: lviii). Sin embargo, en estas tradiciones cultas, por llamarlas así en oposición al folklore popular, la figura de Arturo incluía un final conocido: su muerte en la batalla de Camlan, después llamada de Salisbury. El propio Geoffrey de Monmouth debió querer conciliar ambas fuentes en su relato sobre los reyes britanos (Green, 2009: 241), pero para la mayoría de los escritores y literatos de la época, el regreso de Arturo resultaba un motivo de incredulidad, cuando no abiertamente de burla (Green, 2009: 239).
Con todo, la tradición fue lo suficientemente fuerte como para mantenerse viva dentro del folklore popular inglés hasta tiempos modernos y contemporáneos. Por ejemplo, cuando Felipe II contrajo nupcias con María Tudor en 1554, tuvo que jurar que cedería el trono si Arturo regresaba a reclamarlo (Green, 2007: 239). Miguel de Cervantes también se hace eco de estas tradiciones, ya que por boca de Don Quijote nos cuenta que los ingleses aún creían que Arturo habría de volver (Don Quijote de La Mancha: I Parte, capítulo XIII), tradiciones que en siglo XIX aún eran contadas por lugareños al oeste de Cornualles (Green, 2009: 251).
Leyendas sobre el rey Arturo
Así pues, el fundamento de la esperanza bretona establece que el rey Arturo no murió en su batalla final, si no que aún reposa en algún lugar ignorado a la espera de regresar para liberar a su pueblo, los bretones originales, rechazando a los invasores que los someten. Cabe preguntarse, ¿y dónde está el rey Arturo? Para responder a esta pregunta, seguiremos el trabajo de Thomas Green (2009: 239ss) titulado «But Arthur’s grave is nowhere seen»: twelfth-century and later solutions to Arthur’s current whereabouts. En total, este autor cita cinco tradiciones diferentes sobre el paradero del rey Arturo y su llegada.
El paradero artúrico por antonomasia, que todo aficionado a la leyenda artúrica conoce, es la isla de Avalón (op.cit.: 240-244). La primera referencia a este lugar pertenece a la obra de Geoffrey de Monmouth, comentada arriba. La cita en el Historia Regum Britanniae se ve ampliada en su otra obra sobre Merlín, las profecías incluidas en la Vita Merlini. En ellas, Merlín y Taliesín hablan sobre cómo ambos trabajaron para enviar a Arturo a la isla feérica de Avalón, dejándolo al cuidado de Morgana y sus nueve hermanas para que cuidaran del rey herido. En aquella isla de las manzanas, Arturo aguarda durmiendo en una cama de oro, siempre y cuando se atenga a los cuidados y órdenes de Morgana y sus hermanas. Las características de Avalón reúnen todas las condiciones para un lugar situado en el Otro Mundo dentro de las leyendas irlandesas y galesas. En la Edad Media hubieron diferentes tentativas para localizar esta isla de Avalón como un lugar terrenal. Así, los monjes de Glastonbury que desenterraron la supuesta tumba de Arturo declararon que aquel lugar era Avalón. En el siglo XIII, el autor del romance artúrico Florián y Florete ubicó Avalón en la isla de Sicilia, mientras que otros autores quisieron ver la ubicación de Avalón en Chipre, o en la India. Estos lugares no pertenecen a la tradición bretona, pero nos dan una idea de la popularidad que alcanzó la leyenda fuera de tierras inglesas.
Otro de los lugares donde se presume que aguarda Arturo es en un reino subterráneo (op.cit.: 244-247). Esta tradición enlaza con las creencias celtas en el mundo subterráneo del sidhe, las colinas huecas en las que habitan las cortes feéricas según la mitología irlandesa. Las referencias más antiguas a esta creencia pertenecen a dos autores coetáneos de finales del siglo XII. El primero de ellos, Étienne de Rouen, ridiculiza la creencia bretona sobre el regreso de Arturo en su crónica titulada Draco Normannicus. Poco después, Gervasio de Tilbury narra en su crónica Otia Imperialia, en la que relata distintas maravillas del mundo, como un criado del obispo de Catania entró por una cueva del monte Etna en Sicilia para encontrarse una llanura verde y placentera en la cual había un palacio en el que residía el Rey Arturo. Esta leyenda parece estar relacionada con la contada por el autor anónimo de Florían y Florete, y tuvo que llegar a Sicilia de manos de los bretones que acudieron junto con los normandos para conquistar la isla. Pero las evidencias más abundantes sobre el reino subterráneo de Arturo pertenecen al folklore moderno de Gales, Inglaterra y Escocia. En todas estas regiones es común encontrar diferentes leyendas y cuentos populares sobre una corte mágica situada bajo colinas, cerros y castillos, en la cual Arturo y sus caballeros reposan en espera de su momento. Dadas las características de estas narraciones, tan próximas a las leyendas celtas, la tradición puede proceder de tiempos muy antiguos, anteriores a la obra de Geoffrey de Monmouth, un vestigio de las tradiciones orales que circulaban por Gran Bretaña en los tiempos de la peregrinación de los monjes de Laón, y más atrás.
Si las tradiciones ya explicadas hablan sobre dónde se encuentra el rey Arturo, otras explican qué hace mientras llega su hora. Así, en la región de Somerset, espacio donde se encuentra Glastonbury y que es una de los territorios más estrechamente relacionados con la tradición artúrica en Gran Bretaña (vv.aa.: 332ss), se conserva una tradición muy interesante. Junto a la colina de Cadbury, en la que se sitúa un importante poblado fortificado de la Edad del Hierro, existe la leyenda de que Arturo protagoniza una Cacería Salvaje junto con perros y jinetes fantasmales. La leyenda que sitúa a Arturo liderando la Cacería Salvaje posee una gran antigüedad: Gervasio de Tilbury, que habló sobre la corte artúrica en el interior del monte Etna, también refiere que en la Pequeña y la Gran Bretaña, fantasmales compañías de caballeros y perros se lanzan en frenéticas cabalgatas entre los bosques durante las noches de luna llena, haciendo resonar sus cuernos. El protagonismo de Arturo en esta cacería tiene especial importancia en la Pequeña Bretaña y en tierras del oeste de Francia, donde la Cacería Salvaje es llamada directamente «La cacería de Arturo», la Chasse Artu. Los motivos por los que Arturo protagoniza esta cacería son distintos: en algunas versiones, el rey persiste en una cacería interminable como castigo por abandonar la misa para irse de caza; otras versiones hablan de una liebre a la que Arturo siguió aún cuando ésta saltó para escapar de la cacería y se alejó mágicamente volando, ante lo cual la cacería continuó persiguiéndola sin logar alcanzarla para toda la eternidad.
Otra tradición muy curiosa que explica cómo Arturo aún vive, pero metamorfoseado, es la que explica que Arturo se convirtió en cuervo (Green, 2009: 250-253). Resulta especialmente interesante cómo las primeras referencias a esta creencia se encuentran en la Península Ibérica, referidas por el cronista Julián del Castillo. En su Historia de los Reyes Godos, publicada en 1582, afirma que era una tradición común que Arturo había sido transformado en cuervo y que por ello se castigaban a los que mataban a uno de estos pájaros. Esta narración es la repetida por Miguel de Cervantes en El Quijote. Hay algunas referencias que indican que esta tradición existía realmente en Cornualles, donde se decía que Arturo se había convertido en diferentes córvidos, como el cuervo o la chova, o incluso el frailecillo. Es de destacar como en la tradición galesa aparecen personajes relacionados con la familia de Arturo con el poder de cambiar de formas. Por ejemplo, en el poema Diálogo entre Arturo y el Águila (Torres, 2003: 179-180) Eliwlod, sobrino de Arturo, aparece metamorfoseado en águila. Igualmente, Uther Penn, considerado padre de Arturo, es en el Ciclo Bretón artúrico un poderoso mago cambiaformas.
La última localización en la que la tradición ubica a Arturo es en el firmamento (Green, 2009: 253). En el siglo XV se desarrolló la creencia de que, a causa de sus heridas, su cuerpo fue conducido al cielo, concretamente a la constelación del Boyero, cuyo eje es la estrella Arcturus. El nombre de esta estrella ya se encuentra en textos astronómicos medievales del siglo XII sin relación entre sí. En este sentido, puede considerarse si la supervivencia de esta tradición podría estar mucho más expandida de lo que parece por escasas fuentes supervivientes.
Referencias y bibliografía:
BROMWICH, R. (ed.) (2014): Trioedd ynys Prydeyn. Cardiff: University of Wales Press.
DE CUENCA, L. A. (ed.) (2003): Historia de los reyes de Britania. Madrid: Alianza Editorial.
GREEN, T. (2009): Arthuriana. Louth: The Linden Press.
PADEL, O. J. (2013): Arthur in Medieval Welsh Literature. Cardiff: University of Wales Press.
TORRES, G. (2003): Los orígenes de la literatura artúrica. Barcelona: Edicions Universitat de Barcelona.
VV.AA. (2013): Bromwich, R., Jarman, A. O. H., Roberts, B. F.: The Arthur of the Welsh. Cardiff: University of Wales press.