por El Profesor
El ibero es una lengua extinta, por lo que sólo es posible reconocer su uso por parte de los pueblos del levante y sur peninsular a partir de la epigrafía dejada por ellos mismos. Los datos a los que es posible acceder limitan la realidad de la lengua ibérica, dado que un idioma es por definición cambiante por naturaleza y sigue procesos que no pueden quedar limitados por una temporalidad concreta. Puede considerarse como seguro que el idioma ibero que podemos distinguir en la arqueología existió a la vez o incluso antes de la propia formación cultural de las poblaciones ibéricas como fueron conocidas por griegos y romanos, pero sólo es posible establecer datos contrastados a partir del necesariamente escaso y parcial registro documental. Y digo necesariamente escaso respecto a que no refleja la inmensamente abundante tradición oral que debió pertenecer a estas poblaciones pero que es imposible de recuperar.
Si entendemos esta situación particular, hablar de una cronología de la lengua ibera es referirse a las fechas que pueden calcularse con los escritos más antiguos y más modernos que se pueden constatar con el nivel actual de conocimiento. Esta cronología es, por tanto, una referencia aproximada.
Indicios del principio y final de la lengua ibera escrita
La cronología para el uso de la escritura entre los iberos abarca desde el siglo V a.C. hasta el siglo I d.C. Los iberos utilizaron diferentes soportes de escritura, entre los que destacan la cerámica, las tablillas de plomo y los distintos formatos en piedra. Respecto a la cerámica, determinar la fecha más antigua de una inscripción ibérica depende principalmente de la cronología de la producción de la cerámica en la que se escribieron textos (Ferrer, Asensio, Pons, 2017: 133). Para ello, se tiene en consideración tanto las fechas post quem, o momento en que ese tipo cerámico comenzó a producirse, la fecha ante quem, o momento en que ese tipo dejó de producirse, aunque para datar una inscripción se prefiere la fecha más temprana posible para garantizar cualquier margen de error. Las primeras inscripciones en ibérico fueron realizadas en cerámicas griegas de importación. Las cerámicas griegas más antiguas llevadas a la Península Ibérica son las cerámicas áticas de figuras negras, producidas entre mediados del siglo VII a.C. hasta mediados del siglo V a.C. Después se fecharían las cerámicas áticas de figuras rojas (ss. VI-IV a.C.) y después las de barniz negro (ss. VI-IV a.C.).
La inscripción más antigua y de cronología más fiable de la lengua ibera puede fecharse en un período intermedio del siglo V antes de Cristo, y pertenece a un grafito escrito sobre un vaso de cerámica griega de importación, utilizando para ello el signario nororiental, propio de los pueblos iberos desde Valencia hasta los Pirineos, aproximadamente. Esta inscripción fue encontrada en el oppidum ibérico de Ullastret, en Puig de Sant Andreu (Ferrer, 2005: 967-968, figura 2; Ferrer, Asensio, Pons, 2017: 134), mientras que hay otra inscripción de cronología muy similar también sobre cerámica ática encontrada en el yacimiento ibero de Mas Castellar (Ferrer, Asensio, Pons, 2017: 120-121, figura 4).
Esta vasija, un skyphos griego de importación, formaría parte de la vajilla de lujo de una familia aristocrática ibera de mediados del siglo V a.C. en Ullastret. En ella puede leerse la inscripción ibera más antigua conocida hasta la fecha, en la que puede leerse ]LETAR, tal vez el nombre de su propietario. Fuente: Ferrer, 2005 (en la bibliografía).
La inscripción más antigua de Ullastret es apenas un fragmento denominado C.2.30, que forma parte de un vaso reconstruido. Se trata de un vaso skyphos o escifo ático de figuras negras, atribuida al estilo del pintor de Haimon. Estos vasos tienen forma de cuenco con asas horizontales y una base ancha, o sin base. Es un tipo muy común de la cerámica griega, utilizado como contenedor de líquidos, generalmente para beber. Los trazos están inscritos en el espacio interior de la base del vaso, en el que puede leerse ]LETAR, lo que puede corresponder a las palabras sa]LETAR o ku]LETAR. La cronología más exacta para este grafito sería entre 475 a.C. y el cambio de siglo según las diferentes estimaciones, pero por el contexto arqueológico en que fue encontrado, podría afinarse en mediados del siglo V a.C.
La inscripción de Mas Castellar aparece también en la parte cóncava de la base de otro escifo ático de barniz negro. En este fragmento se puede leer TARSA[, identificado como un antropónimo compuesto de dos formantes, tar- y sa[. Este segundo formante podría ser sar, salai/salei o san/sani. Esta inscipción podría ser una indicación de propiedad del vaso con el nombre de su propietario. La cerámica se encontró entre las ruinas de un edificio señorial abandonado o destruido en el último cuarto del s. V a.C., por lo que la fecha ante quem de este escrito sería posterior al de Ullastret, y por tanto puede considerarse más moderno.
El tipo de cerámicas áticas donde se inscribieron las primeras letras en lenguaje ibérico eran vajillas encargadas por las clases altas iberas como parte de los servicios de mesa, una forma de mostrar su riqueza y lujo, exhibiendo en banquetes y otras ceremonias y fiestas una cerámica exótica traída por comerciantes griegos desde el otro lado del mar (Picazo, 2015). Es posible que la palabra inscrita en Mas Castellar, tal vez Seltar? o Kuletar?, fuera un antropónimo, igual que el inscrito en el vaso de Ullastret, Tarsa?. Estos serían los nombres de los ricos propietarios de las vajillas, puestos para indicar a su legítimo dueño y tal vez para evitar el robo de estos objetos tan valiosos.
Los últimos ejemplos de escritura en signario ibérico se encuentran también en piezas de cerámica, pero en este caso se trata de sigillata romana. El número de grafitos conservados en terra sigillata del primer siglo de nuestra era es escaso, pero junto con otras inscripciones en distintos soportes es suficiente para poder datar el final del uso de la escritura ibera en esa época (Simón, 2013: 171ss). Este hecho demuestra también el alto grado de romanización de los iberos, que ya utilizaban modelos de cerámica completamente romanos, habiendo abandonado sus tipos cerámicos tradicionales. Es posible que la fecha que marca el final del uso del alfabeto ibérico marque también el momento final de la propia lengua ibera.
Una de estas inscripciones, la que puede fecharse con mayor seguridad, es un esgrafiado realizado sobre un plato de factura romana encontrado en la ciudad de Baetulo, la actual Badalona (Torra, 2009: 14), fundada ex novo a principios del siglo I a.C. como colonia romana junto al rio Besós, muy cerca de Barcelona. El plato tiene 15 cm de diámetro y 5 cm de profundidad, conservado completo, y en su momento debió estar pintado en negro, o al menos su reborde. En el fondo del plato puede leerse LUKI (op.cit.) pero el profesor Velaza (2012: 285) lee en ella LUKIN. Se encontró fuera de contexto en unas obras de calle en Badalona, pero la tipología cerámica del recipiente permite fecharlo en la última parte del siglo I a.C.
La cronología del plato de Badalona corresponde también con las últimas acuñaciones monetarias en lengua ibera, cuya datación es la más concisa de todas. En concreto, se trata de una moneda procedente de la ciudad ibera de Usekerte, Osicerda en latín (Simón, 2013: 170), situada en el curso medio del rio Ebro, dentro del territorio de los sedetanos. Las últimas monedas emitidas por esta ciudad ibera imitaban los denarios cesarianos de los años 49/48, con una leyenda bilingüe. En el anverso muestran una victoria alada con las iniciales del nombre de la ciudad en latín, OSI, escrita en alfabeto latino. En el reverso aparece la imagen de un elefante pisando un cárnix o trompa celta de guerra y el nombre de la ciudad en ibero, USEKRT, en alfabeto ibérico (Amela, 2010). Las fechas unidas de estos dos testimonios establecerían el término post quem de la escritura en el territorio de Iberia nororiental, ya que las inscripciones en lengua ibera comienzan a desaparecer rápidamente a partir del gobierno de Augusto (Simón, 2013: 176; Herrera, 2016: 154).
La acuñación de las monedas de la ciudad de Osicerda/Usekerte puede fecharse con seguridad en los años 49/48 a.C. Estas acuñaciones bilingües permiten identificar el momento final de la lengua ibera, cuando la romanización comenzó a desplazar las tradiciones culturales indígenas hasta su desaparición. Fuente: Amela, 2010 (en la bibliografía).
La desaparición de la lengua ibera
La situación entre la Iberia nororiental y la Iberia meridional presenta diferencias apreciables en la forma y el tiempo de la romanización. En la región de Turdetania, por ejemplo, el geógrafo Estrabón que escribía en tiempos de Augusto, afirmaba que habían olvidado sus costumbres y se habían convertido al modo de vida romano. Detrás de esta afirmación puede entenderse el rápido proceso de romanización de esta región, aunque lo cierto es que los turdetanos y otros pueblos de la Andalucía oriental sí que mantuvieron sus costumbres, pero cada vez más latinizadas. El proceso de aculturación entre estos pueblos se observa en el uso de la onomástica indígena en inscripciones hasta época de Augusto (Beltrán, 2011: 41), en las inscripciones bilingües en las acuñaciones de monedas como las ya vistas en Osicerda y en la inscripción de textos transliterados, un fenómeno muy curioso de la Andalucía oriental consistente en la escritura en alfabeto latino del idioma ibero (Herrera, 2016: 158).
Las fechas para indicar el cese del uso de lenguas vernáculas en la región de Andalucía occidental es difícil de precisar por la ausencia de datos (Herrera, 2016: 154-155). Una fecha aproximada puede ofrecerse por las acuñaciones monetales, las más fiables. Así, en la ciudad de Salacia las emisiones monetales se alargaron hasta el siglo II a.C. como expresión de la lengua turdetana. En sus acuñaciones, esta ciudad utilizó el alfabeto latino para escribir los nombres indígenas de sus magistrados, con formantes iniciados en Sis-. Las emisiones de moneda de este lugar se reinician en el siglo I a.C., pero ya con inscripciones completamente latinas. Con estos datos, podría considerarse que en el occidente andaluz el uso de la escritura indígena no supera el cambio del siglo II al I a.C. (op.cit.: 155).
La emisión de moneda en la región oriental tiene una doble vertiente:
Las ciudades de la costa, herederas del mundo fenicio, mantuvieron su tradición lingüística durante más tiempo (Beltrán, 2011: 37-38). Estas ciudades mantuvieron su lengua vernácula hasta los reinados de Tiberio y Claudio, especialmente las ciudades de Abdera y de Ebusus en el contexto de Hispania. En toda el área púnica la lengua fenicia siguió utilizándose como lengua vehicular aún después, persistiendo hasta el siglo IV de nuestra era en el norte de África.
Entre los pueblos iberos del interior y la costa oriental se observa un mayor eclecticismo. Ciudades importantes como Cástulo, Obulco o Iliberri introdujeron el bilingüismo en sus inscripciones a principios del siglo I a.C., con los topónimos en lengua ibera y los nombres de los magistrados en latín. Este modelo fue imitado por las ciudades del entorno, pero cada ceca muestra una cronología diferente. En conjunto, las leyendas indígenas fueron sustituidas por el latín a mediados del siglo II a.C., mientras que las últimas emisiones en lengua indígena de Cástulo pueden fecharse entre el año 90 y el 70 a.C., y las de Obulco hasta época de la guerra de Sertorio (Herrera, 2016: 155-156).
Con estos datos, puede concluirse que el proceso de adopción del latín y el abandono de la lengua ibérica ocurrieron de una manera relativamente rápida, distinguiendo un ritmo más acelerado en la Iberia meridional y uno más pausado en la Iberia noroccidental. Este proceso tiene su explicación en el distinto significado que el lenguaje poseía en la mentalidad y el concepto de identidad entre los pueblos del mundo Antiguo (Beltrán, 2011).
Entre los factores descritos por Francisco Beltrán para explicar este fenómeno encontramos el modelo de integración política del territorio con la conquista, un sistema por el que las élites ibéricas recibieron la ciudadanía romana y el derecho romano o latino como recompensa por su participación en las Guerras Púnicas o las guerras civiles. Esto, sumado a la labor de municipalización de las comunidades indígenas con César y Augusto, llevó a un rápido proceso de aculturación de muchas de las comunidades iberas, más temprano cuanto más antiguo fue el contacto con Roma.
Otro de los factores sería la inexistencia de una lengua vehicular con prestigio suficiente como para ser utilizada como lengua franca por los distintos pueblos prerromanos, algo que el latín sí podía ser. Además, la fragmentación política de los iberos, la inexistencia de una literatura escrita y de sistemas de educación reglados limitaron la propia percepción que los iberos tenían de su lenguaje. El uso del latín significaba por un lado la intención por parte de la aristocracia ibera de expresar su posición dentro del mundo romano del que comenzaban a formar parte, en muchos casos por voluntad propia. Por otro lado, entre las comunidades de Iberia meridional el latín fue una herramienta de expresión general más útil que sus propios idiomas maternos: el libio-fenicio, el tartesio, el ibero y la lengua céltica hablada por los lusitanos. Esto significó el uso del latín de manera práctica, frente a una lengua materna que tenía un menor número de hablantes. Los pueblos costeros de pasado fenicio sí mantendrían su lengua por más tiempo, como ya se ha dicho.
Frente a todas las limitaciones que suponía el uso de las diferentes lenguas prerromanas, el latín fue una lengua integradora y de identidad para las comunidades iberas, o al menos para sus élites. Con el latín las ciudades hispanas proclamaban su lugar entre la romanidad en un momento en que las estructuras sociales, la economía y la política comenzaron a sufrir un rápido proceso de cambio bajo el gobierno y la administración de los magistrados romanos. De este modo, la propia percepción y sentimiento de identidad de los pueblos iberos va a ir transformándose, abandonado poco a poco sus tradiciones y costumbres para adentrase en la cultura romana.
Referencias y bibliografía:
AMELA, L. (2010): «La moneda bilingüe de Usekerte/Osi», Gaceta Numismática 178/179.
BELTRAN, F. (2011): «Lengua e identidad en la Hispania romana», Palaeohispanica 11. pp. 19-59.
FERRER, J. (2005): «Novetats sobre el sistema dual de diferenciació gràfica de les oclusives sordes i sonores», Acta Palaeohispanica IX, Palaeohispanica 5. pp. 957-982.
FERRER, J.; ASENSIO, D.; PONS, E. (2017): «Novetats epigràfiques ibériques dels segles V-IV a.C. dels Mas Castellar (Pontós, Alt Empordá)», Cypsela 20. pp. 117-139.
HERRERA, J. (2016): «La desaparición de las lenguas y escrituras paleohispánicas en el sur peninsular», Antesteria nº5. pp. 154-163.
PICAZO, M. (2015): «La vajilla de los días de fiesta: cerámica ática en una casa de finales del s.V a.C. en Ullastret», Archivo español de Arqueología 88. pp. 25-37.
SIMÓN, I. (2013): «El final de las escrituras paleohispánicas», Acta Palaeohispanica IX, Palaeohispanica 13. pp. 167-186.
TORRA, F. (2009): «Les inscripcions ibèriques a la ciutat de Baetulo», Carrer dels arbres, 20. pp. 7-24.
VELAZA, J. (2012): «Chronica Epigraphica iberica X (2010-11)», Palaeohispanica 12. pp. 283-290.