por Jesús M. de la Cruz
Uno de los mejores ejemplos que podemos estudiar para conocer hasta dónde podían llegar los matrimonios concertados entre familias de la aristocracia pertenece a una tumba argárica excavada a principios del siglo XX. Se trata de un sepulcro situado en el yacimiento de San Antón, en Orihuela, en lo que debió ser un poblado argárico de importancia, ya que allí se excavaron más de 600 enterramientos, nada menos.
La tumba fue descrita por su descubridor, el sacerdote jesuita Julio Furgús, como una fosa de tamaño oval delimitada por lajas de piedra. El ajuar estaba compuesto por un vaso de cerámica, dos espirales de plata de dos vueltas, un cuchillo de bronce con remaches y un punzón también de bronce con un mango de hueso. A todo ello se le suma un juego de piececitas de oro muy puro con forma de cono, de apenas 3mm de ancho. No se han conservado las 73 piezas que describe Furgús en sus escritos, pero aún quedan 42 de ellas.
Gracias a la pormenorizada descripción que el descubridor hizo de la tumba podemos hacernos una idea de la función de los objetos encontrados en ella. Las espirales, por ejemplo, estaban situadas a ambos lados de la cabeza. Debieron ser dos coleteros que formaban parte del peinado de la difunta, una mujer joven. Los conitos de oro fueron encontrados en torno a su pecho, de donde deducimos que pudieron estar cosidos al cuello de una camisa o vestido. Sin duda, esta mujer fue preparada con cuidado y ataviada con sus mejores galas antes de ser depositada en su último lugar de descanso. La riqueza de los objetos que la acompañaron indica claramente su alto rango aristocrático, propio de una princesa argárica.
Los conitos de oro han llamado mucho la atención de la historiografía por su carácter verdaderamente extraordinario. Por una parte, porque la aristocracia de El Argar gustaba mucho de la plata, mientras que es raro encontrar joyas de oro. A ello se le une el hecho de que en todo el mundo argárico no se conoce un tipo de adorno igual. Por último, la técnica de fabricación de esas pequeñas piezas también es única en la península ibérica. Consiste en el embutido de una laminilla de oro sobre un molde cóncavo para dar a estas piezas su forma de cono. Después, cada pieza fue pulida y biselada para dar un acabado completamente liso. Finalmente, se practicó en cada cono dos perforaciones, o incluso tres, para que pudiera ser cosido en la ropa.
Recreación de la princesa de San Antón por Aitana Hernández. Los coleteros de plata son dos ejemplos claros de orfebrería argárica, no así los conos que adornaban su ropa, que abrieron el debate sobre el posible origen extranjero de esta joven aristócrata. Fuente: El Español. https://www.elespanol.com/historia/20240314/princesa-europa-central-alicante-enigma-excepcional-tumba-joyas-oro/839666202_0.html
La tumba de la joven de San Antón es un caso tan particular que los investigadores han buscado paralelos que permitan comparar el lujoso adorno de piezas de oro que irían cosidas a la túnica de la princesa. Una túnica que sin lugar a dudas debió ser igualmente un producto valioso, por la calidad de su tejido y posiblemente por el valor del teñido utilizado, tal vez de color rojo, a juzgar por la leve coloración dejada en los huesos de la joven. La búsqueda de paralelos es importante dado que no se conocen otros ejemplos de este tipo de adornos en la península, y esto es muy extraño porque se han excavado muchas tumbas argáricas, por lo que la unicidad de este adorno implica que, tal vez, nos encontramos igualmente ante una mujer cuya identidad es igualmente única. Esta búsqueda no ha sido infructuosa, pero ha llevado muy lejos, mucho más lejos de la península ibérica, para llegar hasta las llanuras entre Hungría y Rumanía, dentro de la cultura estatal de Otomani-Füzesabony.
En esta región del centro de Europa, en un espacio situado en las grandes llanuras que se abren abrazadas por los Cárpatos septentrionales, se han estudiado tumbas de personajes de alto linaje cuyos ajuares son similares a los de la princesa de San Antón. El uso del oro entre los objetos de lujo de las aristocracias europeas de la Edad del Bronce es algo común, mucho más habitual que entre las gentes de El Argar, y también estuvo muy extendida en el tiempo, tratándose de una costumbre muy asentada. Entre los ricos ajuares de las mujeres aristócratas que pertenecieron a la cultura de Otomani es posible encontrar adornos en forma de pequeños botones, piezas y conos cosidos en torno al cuello y las mangas de los vestidos, ejemplos que casan a la perfección con el de la joven de San Antón.
Este tipo de adorno no es sin embargo muy abundante. Las piezas fabricadas en bronce son ligeramente superiores a los realizados en oro, y solo una proporción pequeña de las tumbas con los ajuares más ricos muestran este tipo de decoraciones. Se trata por tanto de ajuares pertenecientes a mujeres dentro de la cúspide de los grupos de poder, auténticas princesas húngaras. Con estos datos, la conclusión es que la joven princesa enterrada en Alicante no era originaria de la península, si no de Hungría. La conclusión, sin embargo, plantea a continuación una pregunta complicada: ¿cómo pudo llegar una mujer de la aristocracia húngara hasta El Argar? O mejor dicho, ¿para qué iba a viajar una princesa húngara hasta Alicante?
La Arqueología y la Historia, como cualquier otra ciencia, no podrían avanzar si no nos planteáramos preguntas difíciles y dedicáramos todos nuestros esfuerzos a plantear hipótesis que permitieran responderlas, tratando de verificarlas con pruebas o argumentos veraces. Respecto a nuestra princesa de San Antón, una primera prueba está en la semejanza de los adornos de conos de oro de su ropa con los ajuares funerarios centroeuropeos, pero que resulta único entre las costumbres argáricas. Se trata de una tecnología que parece que los artesanos húngaros del Bronce dominaron a la perfección, pero que es extraño entre los artesanos argáricos. Más que extraño, diríamos más bien anómalo, ya que no se conoce ni un solo caso más en la península. A esta prueba se le puede añadir otra, algo más circunstancial, que es la elección del material oro, algo que como ya hemos comentado no es muy común entre los aristócratas del Argar.
Existen otros datos que nos pueden ayudar a validar la posibilidad de la llegada de una persona de un origen tan remoto a la península. El mejor ejemplo nos lo ofrece la cultura del Vaso Campaniforme, que se extendió por toda Europa occidental a través de distintas jefaturas que compartían lazos de comunicación entre sí, cuando no directamente por movimientos de personas, artesanos o traficantes de cobre, ámbar o sal que transportaron con ellos esta cerámica de lujo. Esto demuestra que en época anteriores a la muerte de la joven de San Antón, las élites europeas ya habían compartido contactos y privilegios de clase con otros grupos alejados de su territorio. El Campaniforme tuvo un éxito desigual, pero no resulta descabellado pensar que estos contactos de larga distancia pudieron haber continuado en aquellos lugares donde las élites pudieron consolidar su poder, como son los casos de El Argar y Otomani-Füzesabony.
Este mapa muestra las principales regiones mineras de estaño en Eurasia, junto con los principales depósitos de objetos de lingotes de estaño encontrados durante la Edad del Bronce Final. Fuente: Plos One. https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0218326
Por lo tanto, sí resulta posible que las familias aristocráticas argáricas mantuvieran algún tipo de contacto con otros grupos muy alejados de su patria. ¿Qué motivaría una alianza entre gentes tan distantes? La respuesta más obvia es el comercio. ¿De qué recurso? Ambas culturas daban un valor diferente al oro, así que es posible que se tratara del intercambio de metales como el cobre o el estaño, un recurso muy escaso que sin embargo se convierte en absolutamente necesario para la fabricación de la aleación de bronce. La península ibérica es un punto focal del comercio entre la fachada atlántica europea y la región mediterránea, y una tradición de siglos pudo ayudar a forjar alianzas diplomáticas entre territorios muy separados entre sí, y aún así en contacto. Hungría y Alicante están conectados entre sí por el Mediterráneo. Desconocemos cuáles pudieron ser exactamente esos canales de comunicación, si los comerciantes preferían bajar Danubio abajo hasta el Mar Negro y desde ahí viajar por rutas transitadas hasta el sur de la península ibérica, o bien si preferían atajar por los Alpes Dináricos hasta el mar Adriático y desde ahí alcanzar las rutas comerciales que se encaminaban hacia Poniente. Siguiendo estas mismas rutas viajaría la princesa de San Antón, seguramente con un acompañamiento de sirvientes, familiares y guerreros, que seguramente asistieron a su despedida final tras su muerte prematura.
Imagen de Portada: princesa argárica de San Antón, por Silvia Martínez @narusicaa_
Bibliografía:
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López, J. A. (ed.) (2023): La princesa de los Cárpatos. Una excepcional sepultura argárica de San Antón (Orihuela, Alicante). Fundación C.V. MARQ.
López, J. A.; Jover, F. J.; Basso, R. E.; Pastor, M. (2021): «Una excepcional sepultura argárica de San Antón (Orihuela, Alicante)». MARQ Arqueología y Museos, 12. pp. 7-25.
– (2024): “An Argaric Tomb for a Carpathian ‘Princess’?”. Cambridge Archaeological Journal. pp. 1-16.
López, J. A.; Risch, R. y Dani, J. (eds.) (2024): Dinastías. Los primeros reinos de la Europa prehistórica. Museo Arqueológico de Alicante.