por El Profesor
Durante la Prehistoria europea tuvieron lugar cambios demográficos e intercambios culturales mucho mas frecuentes y complejos de lo que es posible conocer a través de los restos arqueológicos. La ausencia de textos conlleva la necesidad de depender de vestigios materiales que demuestren como las gentes de diferentes culturas y lugares se movían y relacionaban entre sí, a través de migraciones, contactos comerciales u otro tipo de relaciones étnicas o tribales. Como puede imaginarse, los restos materiales que muestran estas conductas son muy escasos y hasta raros, están obligatoriamente relacionados con un yacimiento específico y un momento concreto, y en muchas ocasiones son ambiguos en su significado y en lo que puede entenderse de ellos.
A falta de textos y con las dificultades que suponen la lectura de los restos materiales, los avances en genética y estudios de ADN se han convertido en un campo de estudio muy importante para conocer las relaciones culturales en las etapas históricas anteriores a la escritura. Dentro de este campo, un equipo multidisciplinar dirigido por Luka Papac ha publicado un estudio en la revista Science Advances sobre los procesos de cambio de las sociedades prehistóricas europeas del centro de Europa, analizando 271 restos humanos. Este estudio, uno de los más amplios realizados hasta la fecha, ha revelado datos muy importantes para profundizar en el conocimiento sobre la Prehistoria reciente. El análisis se ha centrado en la región checa de Bohemia, un lugar importante por ser un espacio de paso necesario para numerosos pueblos migradores, un sitio de confluencia de culturas durante la Prehistoria y también en tiempos más modernos. El análisis abarca una cronología entre el 4.900 y 1.600 a.C., desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce.
Es bien sabido cómo una de las más conocidas y también populares migraciones de la Prehistoria fue la de los pueblos pre-indoeuropeos, relacionados con la cultura esteparia Yamnaya. Estos yamna trajeron con ellos el caballo y el carruaje, la lengua de la que desciende una parte importante de los idiomas que actualmente se hablan en el viejo continente, y además dejaron una impronta genética muy fuerte en los espacios hacia los que migraron, desde la Península Ibérica hasta la India.
El estudio del equipo de Papac ha desvelado que antes de la llegada de los pueblos esteparios yamna en torno al 3.000 a.C. ya habían ocurrido importantes cambios genéticos en centroeuropa, producidos por la llegada y difusión de diferentes grupos culturales. En concreto, en torno al 2.800 a.C. ya podía distinguirse la coexistencia de tres grupos genéticos distintos, que a su vez pueden identificarse con tres culturas materiales. Estas tres culturas serían la Cultura de la Cerámica Cordada, la Cultura del Vaso Campaniforme y la Cultura de Unetice. Las culturas de la Cerámica Cordada y del Vaso Campaniforme fueron contemporáneas dentro del Calcolítico y la Edad del Bronce europeos. La primera se expandió por la región de las Grandes Llanuras europeas, mientras que la segunda se extendió por toda Europa Occidental. Ambas tienen como rasgo característico e identificativo el uso del tipo cerámico que les da nombre. La cultura de Unetice se desarrolló en Centroeuropa, situada en la convergencia entre las culturas Cordada y Campaniforme, y emergió igualmente por la evolución de las culturas anteriores.
De las culturas prehistóricas anteriores a la llegada de los pueblos esteparios pre-indoeuropeos podemos destacar, desde un punto de vista social, la aparición de jefes tribales que rompen la aparente igualdad de las sociedades neolíticas.
Estos jefes buscaron distinguirse del conjunto de su sociedad de maneras que pueden reconocerse fácilmente por la arqueología. Les gustaba demostrar su riqueza a través del uso de las vajillas de cerámica, que solían exhibirse y ser utilizadas en banquetes. También se enterraban en tumbas individuales donde aún en la muerte hacían ostentación de unos objetos que debían ser únicos y muy distinguidos. La llegada de las poblaciones yamna y la superposición de grupos étnicos distintos anteriores a ello no cambió sensiblemente el devenir cultural de estas sociedades. La Cultura de la Cerámica Cordada mostraba en sus orígenes una cercanía genética con los posteriores grupos esteparios reconocidos en la cultura Yammaya, pero muy pronto se mezcló con los pueblos locales, cuyo origen a su vez se relaciona con la mezcla de los cazadores paleolíticos originales y los colonos neolíticos que tan lentamente se expandieron desde Asia. Desde un punto de vista genético, las dos culturas Cordada y Campaniforme demostraron cambios dinámicos en su composición étnica a lo largo de su evolución. Esto supuso una reducción muy severa de individuos masculinos indígenas en el caso de la Cultura Cordada, distinguidos a través del cromosoma Y en los análisis genéticos realizados en el estudio, mientras que la Cultura Campaniforme demostró un peso mayor de antepasados neolíticos. Esto no significaría obligatoriamente la supresión violenta o la aniquilación sistemática de individuos, si no que estos nuevos grupos étnicos, tal vez ejerciendo el poder entre sus sociedades, tuvieron a su vez más oportunidades para reproducirse y dejar descendecia. Lo que en la Naturaleza llamaríamos el privilegio del macho alfa para reproducirse, en las sociedades humanas también se distingue, pero la preeminencia no se demuestra con largas melenas, cornamenta o garras afiladas, si no con privilegios y riquezas.
En definitiva, los resultados del estudio genético revelan, gracias a la amplia muestra estudiada, cómo el Calcolítico, un proceso de cambio entre en Neolítico y la Edad del Bronce, fue un momento de intensos cambios genéticos entre la población del centro de Europa. Estos cambios se explican por las migraciones masivas de nuevos grupos poblacionales que se mezclaron con los grupos que ya habitaban un territorio. Estas relaciones facilitaron cambios tanto demográficos como culturales, a veces violentos, a veces no, que resultan visibles a través de las diferentes culturas arqueológicas y sus restos materiales. Por lo tanto, el estudio afirma que grandes transformaciones demográficas ya habían ocurrido en Europa con anterioridad a la llegada de los pueblos esteparios pre-indoeuropeos, dibujando un mapa étnico complejo ya en épocas históricas muy antiguas. Las sociedades Cordadas, las más antiguas de las tres culturas involucradas, ya eran muy diversas, incluyendo hombres y mujeres de diferentes orígenes espaciales pero de similar etnia. Aunque la cultura material fue la misma, entre las sociedades Campaniforme y de Unetice se aprecian cambios genéticos importantes a partir del sustrato Paleolítico inicial. Las filiaciones étnicas ocurrieron mayoritariamente a partir del matrimonio de mujeres locales con hombres llegados de lejos, apoyando la idea de que los conjuntos cerámicos que distinguen a estas culturas reflejan la llegada de personas que los transportan, y que con ellos ocurre una mezcla étnica que mantiene sin embargo una aparente homogeneidad cultural. Estas culturas, que además comenzaron a desarrollar los metales, mostraron también diferentes actitudes y costumbres a la hora de contraer matrimonios y organizar sus sociedades, entre las que puede percibirse, a través del ADN, costumbres estrictamente patriarcales.
En última instancia, el estudio viene a apoyar y demostrar desde un punto de vista genético conceptos que ya podían intuirse en el estudio arqueológico: la aparición de nuevas culturas prehistóricas significó la mezcla de gentes y la imposición de nuevas ideas, técnicas y tecnologías, usos y costumbres.
Imagen de la portada: André Houot.
Referencia bibliográfica:
PAPAC, L. et alii (2021): «Dynamic changes in genomic and social structures in third millennium BCE central Europe», Science Advances, vol. 7 n. 35. (Consulta online: 26-Agosto-2021).