El monstruo grifo en Iberia

Por Jesús M. de la Cruz

El origen del monstruo grifo se encuentra en Oriente. Las primeras representaciones de grifos aparecieron en Egipto y Mesopotamia en torno al IV milenio antes de nuestra era. Aunque en cada cultura muestra una evolución iconográfica diferente, no existe una leyenda o mito directamente relacionados con estas criaturas, si no que pertenecen a la imaginería asociada de manera general con la realeza y sus virtudes y con el poder de las divinidades.

El grifo nació en Sumeria como un ave de presa con rostro de león, relacionado con el dios de las nubes de tormenta y la lluvia. Con el tiempo, este monstruo acabó cambiando sus rasgos a un ser leonino con alas, asociado con el monstruo Anzu, al que los dioses derrotan en la eterna lucha del bien contra el caos. Sin embargo, entre las culturas asiria y babilonia, más allá de su aspecto como monstruo enemigo de los dioses, el grifo y otros seres alados se convierten en genios protectores de la figura del rey, y como tal decoran los palacios, representados en muros y capiteles.

Por su parte, en Egipto el grifo es un animal relacionado con el faraón, simbolizando su poder victorioso frente a los enemigos. En ese sentido, el grifo podía ser un animal asociado a la divinidad guerrera Montu, cambiando su rostro de ave de presa por la figura específica de un halcón. En el Imperio Medio y Nuevo la relevancia iconográfica del grifo fue desplazada por la esfinge, y el grifo pasó a ser una criatura mitológica de adorno sin una función determinada.

En el punto de unión entre ambas culturas, en la región de Siria y Palestina, los grifos alados aparecen de manera profusa en el arte de Mitanni y el reino de los hititas como criaturas que viven en el jardín de los dioses y protegen el Árbol de la Vida. Esta figura sincretizada entre el grifo egipcio y mesopotámico pasará a la cultura minoica y micénica, y por medio del comercio comenzará a expandirse por todo el Mediterráneo.

Un tema muy interesante a tratar es cómo el grifo fue un animal que cautivó la imaginación de todos los pueblos del Mediterráneo entre Iberia y el Mar Negro, de manera que es una figura recurrente en el arte de muy distintos lugares. De su aspecto original podemos destacar el valor del grifo como animal agresivo, que representa la virtud de la fuerza, lo que le convierte en animal guardián o protector, pero también enemigo de los héroes y los dioses.

El primer relato mitológico sobre el grifo pertenece a la Grecia Arcaica y es relatado por Heródoto a propósito de otro autor, Aristeas de Proconceso. Este Aristeas es un poeta épico del siglo VII a.C. que escribió un poema en tres libros titulado la Arimaspea, en la que relata un viaje místico hacia las tierras más alejadas de Grecia, los territorios habitados por los escitas hasta llegar a la India y un mar innominado situado en el fin del mundo. En estas tierras habitan una serie de pueblos fantásticos entre los que destacan los Arimaspos, hombres mortales pero dotados de un solo ojo, que libran una guerra continua contra los monstruos grifos para arrebatarles el oro que puede encontrarse en unas lejanas montañas.

El poema de la Arimaspea se ha perdido, pero debió de gozar de cierta popularidad en la Grecia antigua, porque tanto varios detalles de los conflictos entre los arimaspos y los grifos como relatos que hablan más en profundidad de estos monstruos han llegado hasta nosotros a través de distintas obras clásicas.

¿Qué nos dicen estas obras sobre el grifo? Los grifos son monstruos con cuerpo leonino, cabeza y alas de ave de presa. Viven en las montañas y arrancan de la profundidad de la tierra rocas de mineral de oro, con las que construyen sus nidos. Hasta estas montañas llegan los indios y los arimaspos, que deben recurrir a fuertes expediciones armadas para atreverse a entrar en el territorio de los grifos y robar su oro. Los grifos son unos guardianes incansables de su oro y resultan adversarios temibles, imposibles de capturar debido a su ferocidad, por lo que los prospectores sólo pueden hacerse con el botín a costa de un gran esfuerzo y sacrificio. Por otro lado, su ferocidad y capacidad para volar les hace también criaturas ideales para empujar los carros de dioses, motivo por el cual son uncidos a los carros voladores de divinidades como Helios, Iris o Némesis.

En estos relatos podemos ver claramente consolidadas las cualidades de los grifos en la cultura grecorromana, perfilando lo que podemos deducir de la figura del grifo en Oriente: son animales guardianes, son feroces, y están asociados tanto al oro como a las divinidades celestes, lo que les otorga un carácter tanto telúrico como celeste.

Si hemos definido bien los rasgos que caracterizan al grifo en el imaginario de esta criatura, podemos viajar hasta Iberia para analizar las representaciones de grifos entre los iberos y distinguir las cualidades míticas del grifo dentro de la mitología ibérica.

Pelice de terracota con una escena de lucha entre Arimaspos y grifos. Estas escenas fueron muy populares en Iberia, tal vez porque este tipo de escenas les recordaban mitos propios en los que un héroe lucha contra el monstruo grifo para garantizar la paz y el orden en el territorio. Cerámica Ática en torno al 375–350 a.C. Museo de Arte Metropolitano de Nueva York.

En la cultura ibérica, el grifo, al igual que la mayoría de los animales híbridos griegos, como las esfinges y las sirenas, fueron adoptados por el imaginario ibero como parte de su mitología. El motivo que explica este fenómeno es la facilidad que los iberos encontraron para amoldar estas criaturas a sus ciclos mitológicos y a su sensibilidad religiosa. Todo ello es razonable si entendemos que, debido al largo influjo que las culturas Orientales tuvieron sobre las costas mediterráneas de la Península Ibérica, la cultura ibera estaba inmersa dentro de la koiné mediterránea, esa piscina cultural común que compartían fenicios, griegos, etruscos, romanos, cartagineses e iberos, fruto de fuertes lazos culturales y de pensamiento trazados a lo largo de siglos.

Sin embargo, en el caso ibérico la adopción de estos monstruos no significó la imitación de un modelo exterior, si no que de alguna forma los iberos interpretaron estas figuras mitológicas dentro de su propio contexto cultural. Es por ello que en muchos casos entre los iberos podemos encontrar elementos griegos en contextos que un griego nunca utilizaría: por ejemplo, las bonitas cráteras utilizadas como recipientes para el vino en las fiestas fueron comúnmente utilizadas por los iberos como urnas funerarias. La cultura ibera muestra en este sentido una idiosincrasia muy particular, en el que la fuerza de sus tradiciones e ideas se amoldó a las formas e imágenes que llegaron del exterior para dar lugar a una expresión cultural muy particular, a la vez dentro del mundo de las imágenes compartido en todo el Mediterráneo pero con unos símbolos y unas ideas que eran puramente autóctonas.

Aquí viene un punto clave de la interpretación del arte ibérico y la forma en que podemos tratar de analizar el valor de los símbolos para entender la mitología de los iberos. Los iberos eligieron símbolos que llegaban de fuera para utilizarlos en su propio mundo mítico y su pensamiento. Las figuras griegas guardaban un significado que los iberos tomaron como propio porque encajaban dentro de lo que tenía sentido para ellos; otros significados no guardaban valor, y fueron desechados. Encontrado la conexión entre los conceptos griegos y los conceptos iberos podemos crear un hilo de unión entre sentidos y significados, una forma de conocer qué rasgos coincidían con las imágenes que tenían sentido para ellos.

Pero la comparación no puede acabar ahí, porque sólo habremos tocado la superficie. Para ahondar en el imaginario ibérico es necesario percibir qué hay de diferente. Los rasgos comunes son el punto de partida, nos indican hacia dónde mirar. Los rasgos diferentes apuntan hacia los códigos internos del mundo ibero, ese universo de ideas y conceptos que no podemos descubrir a través de los textos, pero entre los que es posible distinguir el lenguaje de comunicación que los iberos utilizaron para expresar su mundo imaginado.

Las figuras del grifo en Iberia se encuentran en dos contextos: el monumental y el funerario. Hay un elemento a destacar en el arte ibérico del grifo: excepto un caso, el grifo no se conoce en la pintura cerámica, si no fundamentalmente en la escultura. Esto ya nos da una pista sobre cuál podría ser su función. En su conjunto, las obras de grifos corresponden al siglo V y IV a.C.

Dado que no son muchos casos, podemos hacer un repaso de cuáles son las figuras de grifos que encontramos en el arte ibérico, y a qué época pertenecen sus representaciones.

Comenzaremos por los casos más antiguos y también más extraordinarios. En la necrópolis d Tútugi, en Galera, encontramos un grifo pintado en una urna funeraria en forma de caja encontrada en una de las tumbas de cámara con túmulo. En la necrópolis de Tútugi se encuentran diferentes urnas cinerarias en forma de caja talladas en piedra, decoradas con pintura generalmente en rojo y negro. La urna cineraria de Galera muestra una decoración más detallada que otras. Aunque está muy erosionada, en una de sus caras se observa, rodeado de una cenefa de grecas, olas y hojas, un grifo en postura de movimiento. Este animal, pintado en una urna, nos transmite claramente un carácter funerario. Si asumimos los rasgos del grifo en el imaginario Mediterráneo, su presencia en la urna podría explicarse como defensor del muerto y/o guardián del Más Allá.

Del siglo V a.C. es también el famoso monumento de Cerrillo Blanco de Porcuna. Este monumento incluyó un complejo sistema escultórico para ensalzar a una importante familia de Obulco, quién sabe si sus reyes. Este monumento es importante para conocer la figura de los grifos porque incluye al menos dos esculturas que forman parte de conjuntos diferentes. El grifo aparece en el conjunto denominado de la Grifomaquia. Un guerrero sin armadura sostiene una pelea cruel con un grifo, que se retuerce ante la fuera del héroe que lo somete. El guerrero agarra una oreja y el pico del monstruo mientras que éste se retuerce, con la cola entre las piernas, mientras trata de resistirse clavándole unas garras en la pierna. La segunda figura de grifo debió pertenecer a los elementos decorativos del monumento. El animal se encuentra tumbado, y agarra con gesto de protección una gola arquitectónica decorada con una palmeta. El estado fragmentado de la escultura no permite hacerse a la idea de su forma final, pero posiblemente este grifo se situaba en una esquina del monumento, y estaría acompañado de un compañero en igual o similar postura al otro lado. El grifo gira la cabeza con el pico abierto en un gesto amenazante, tal vez en el acto de observar lo que está ocurriendo a su espalda, que sería uno de los actos de los héroes protagonistas del monumento, quién sabe si la propia Grifomaquia.

Del siglo IV a.C. es el monumento del Pajarillo, que también posee una escultura de grifo, en este caso apenas conservado un fragmento de su cabeza. El Pajarillo fue otro monumento heroico cuyo protagonista es igualmente un héroe sin armadura, pero que esta vez oculta en su capa una falcata con la que va a atacar a un lobo monstruoso que le espera enseñando los dientes. Por equiparación con el conjunto de Cerrillo Blanco, es posible que los fragmentos de grifo correspondan a dos animales guardianes que acompañan la escena del héroe.

Hay otros fragmentos escultóricos de grifos encontrados de manera descontextualizada, pero que tal vez pudieran formar parte de alguno de estos conjuntos monumentales en honor de importantes familias de la aristocracia ibérica. En La Alcudia se encontró un rostro de grifo con el pico abierto en gesto de agresión; un gesto similar tiene la cabeza de grifo de la necrópolis de Cabezo Lucero. De Redován también pertenece un fragmento de grifo aún más pequeño, del que sólo se observan los ojos y el arranque del pico, con un gesto de feroz atención al observador. ¿Pudieron estos grifos acompañar monumentos como los de Porcuna y El Pajarillo? Es posible, pero sería aventurado afirmarlo.

En el caso concreto de Cabezo Lucero, el fragmento fue encontrado dentro de la necrópolis, por lo que pertenecería a un monumento funerario, el remate de un pilar estela, los monumentos ibéricos más comunes durante el siglo IV a.C. Estos pilares estela servían para señalizar las tumbas de los aristócratas enterrados. Algunos pilares tenían escenas en su fuste, otros mostraban un animal mitológico en su capitel. Por la ubicación de estos animales, podemos entender que serían protectores del difunto, guardianes o incluso transportes al Mas Allá.

Escena de la Grifomaquia, perteneciente al conjunto monumental de Cerrillo Blanco, en Porcuna. Esta sugerente escena nos muestra a un héroe que, con las manos desnudas, derrota a un grifo. La escena hace referencia a un mito perdido, en el cual un antepasado de la familia regente de Obulco había encontrado y dado muerte a un feroz grifo que amenazaba su territorio. Fuente de la imagen: ceres.mcu.es

En los casos más antiguos, aparecen en monumentos dedicados a héroes antepasados. Éste sería el caso de El Pajarillo y Porcuna. En ambos casos, el rasgo común es el grifo como parte de la composición del monumento. El grifo no actúa con el héroe ni tiene un papel activo en el desarrollo de las escenas, si no que es más bien un testigo que acompaña a la acción. El papel del grifo en este lugar es el de indicar que el tiempo en que ocurre la acción es un tiempo que no pertenece a los hombres, si no que es el tiempo de los héroes. Un tiempo sagrado donde los héroes y los monstruos, incluidos los grifos, habitaban en el mundo. En este caso el grifo debe ser leído como un motivo iconográfico que permite al espectador saber que la acción que está presenciando pertenece al mundo mítico.

Esos mitos se relacionan, en los dos casos en que pueden ser documentados, con un héroe. Este héroe, en Porcuna y en el Pajarillo, son antepasados de las familias gobernantes de la ciudad ibera en que se construyó el monumento. Si los restos encontrados en otros lugares también corresponden a este tipo de monumentos, es posible que más de una familia de aristócratas iberos contara entre sus antepasados a un héroe que derrotó a este monstruo. En una pequeña pieza de bronce en la necrópolis de Cabezo Lucero encontramos una escena en la que un héroe ataca a un grifo que huye de él, mientras bajo ellos una esfinge, otro animal mítico, parece correr a la par que el grifo. Es curioso como en este caso de un grifo que se enfrenta al héroe su representación es muy similar a la del grifo de Porcuna, destacando el rizo que cae a un lado de la cabeza del animal, un motivo que no aparece, aparentemente, en las otras imágenes de grifos. ¿Es esto una señal de un aspecto específico del grifo que lucha con el héroe? En estos casos, podemos figurarnos si los grifos, en su asociación con la vegetación, viven en aquel lugar remoto que la Arimaspea les concede en el mito griego, y que en el mito ibérico podría ser el bosque primordial y remoto que representa el mundo mítico anterior a la civilización. Si es el caso, los héroes actuarían como garantes del orden civilizado frente al caos primordial de la naturaleza. En ese aspecto de héroes fundadores, los aristócratas ibéricos podrían presumir de un antepasado que derrotó al malvado monstruo grifo y gracias al cual las tierras en que su familia gobierna son seguras y en ellas pudo desarrollarse la vida segura del mal que la familia aristocrática promete y de la cual es garante en su papel guerrero.

En los casos más recientes, los grifos aparecen en un ambiente funerario, ya sea en las tumbas, como urna, o protegiendo las sepulturas, como guardián. El caso de la tumba de Tútugi es claro: el grifo protege al difunto. En el caso de los remates de pilares estela, como el grifo de Cabezo Lucero, su papel de guardián se suma al de protector. En ambos casos, se recurre a la fuerza agresiva del animal, que garantiza su servicio. Igual que en el mito griego, el grifo defenderá aquel lugar con pico y garras, ofreciendo oposición a saqueadores y enemigos. Como ser que vive en la naturaleza primordial, su espacio es el lugar en que los tiempos se confunden, no sólo el mítico y el mundano, si no el espacio cercano y el Más Allá. Podemos preguntarnos qué papel ocuparía el grifo en ese espacio: sería un guardián de los difuntos de las familias que cuentan entre sus sucesores a los héroes que derrotaron al grifo y cuentan con su salvaguarda y poder. Pero también podrían ser transportes de las almas de los muertos al Más Allá, como son guías de los carros de los dioses griegos en el mito.

Imagen de la portada: Un sátiro, grifo y un arimaspo. Detalle de una crátera de cerámica ática de figuras rojas, 375-350 a.C. aprox. original de Eretria. Wikimmedia Commons.

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