Los guerreros de Porcuna (I)

Por Jesús M. de la Cruz

Durante los siglos V y VI a.C. el mundo ibérico meridional estaba regido por grandes señores o príncipes guerreros. La guerra en este momento estaría localizada en la lucha entre estos señores por el control de recursos y el dominio de territorios, y sería muy similar a las luchas entre aqueos y troyanos que refleja Homero en la Ilíada. Se trataría de conflictos muy localizados, puntuales y centrados en áreas muy concretas, donde los bandos se encontrarían y dirimirían su rivalidad tras una rápida y violenta lucha. Los grupos de guerreros estarían formados por unos pocos individuos escogidos, tal vez un puñado de centenares, puede que menos, agrupados en torno a sus patronos. Muchos de estos seguidores no serían en realidad guerreros, si no que se verían impelidos a seguir a su patrón como parte de los lazos de dependencia que le ataban a él. Los guerreros de familias aristocráticas irían bien equipados, y los más ricos de ellos podían montar a caballo, mientras que sus seguidores probablemente irían armados tan solo con algunas jabalinas y hondas y puede que otras armas improvisadas. Su función principal sería la de actuar como acompañantes y auxiliares, más que como luchadores activos. Al encararse los bandos, sería posible que se comenzara con un cruce de insultos o fuego ligero de piedras y venablos. Lo que ambos bandos esperarían sería en enfrentamiento directo del séquito de guerreros, seguramente a través de duelos individuales, hasta que uno de los dos bandos reconociese al otro como vencedor y abandonara el lugar.

El mejor ejemplo para conocer de qué forma iban armados los guerreros de esta época son las distintas esculturas de monomaquias que formaban parte del conjunto escultórico de Cerrillo Blanco, en Porcuna. Este monumento, compuesto por numerosas estatuas, fue erigido por una familia gobernante del antiguo oppidum de Ipolca para honrar la memoria de los héroes antepasados de su linaje. En el conjunto aparecen varias escenas de lucha de parejas de guerreros, recreaciones de estos combates heroicos, aunque no sabemos si representaban hechos reales o bien episodios mitológicos. Las escenas incluyen a 8 guerreros conservados en gran parte, más fragmentos más pequeños de otros guerreros.

El conjunto de guerreros de Porcuna está mostrando de manera explícita y muy real el enfrentamiento entre dos bandos de enemigos que se acometen furiosamente (Negueruela, 1989). La violencia ha sido plasmada sin ningún tipo de dulcificación una lucha despiadada en la que solo uno de los bandos podía quedar en pie. La forma de distinguir a los dos bandos procede de su equipamiento. El bando vencedor va totalmente armado: viste los discos coraza, blanden las armas y adoptan una actitud de poder y fuerza, mientras que los guerreros perdedores yacen abatidos o en actitudes de derrota y les falta equipo, ya que la mayoría de ellos no llevan puesta la armadura. Es posible que el escultor se basara en los modelos griegos de la época, alguna de las escenas de combate épicas de personajes de la Ilíada en pleno acto de combate, donde uno de ellos actúa victoriosamente, y el otro está abatido o muerto. La escena de Porcuna, sin embargo, parece mostrar algún tipo de combate múltiple, una escena congelada de un ataque sorpresa, en la que unos guerreros apenas han tenido tiempo para afrontar la embestida, súbita y cruel, de sus enemigos.

Figuras principales de guerreros del conjunto escultórico de Porcuna. En orden: guerrero con la caetra colgada al hombro (foto autor), guerrero inacabado con casco y de la espada larga (foto autor), guerrero asido por la muñeca (Foto Gema Lozano Ocaña via ceres.mcu.es), guerrero de la armadura doble (foto via museosdeandalucia.es), jinete lancero (foto via europapress.es).

Las armaduras

Los guerreros de Porcuna visten túnicas cortas y anchas que les cubren hasta los muslos. Los cuellos tienen un escote en V, tanto delante como detrás, y las mangas les llegan hasta el codo. Esta sería la prenda normal de vestir, ceñida por un cinturón ancho de cuero, reforzados con correas de cuero, que se llevaban ceñidos a la cintura con un gran broche de placa metálica. Este cinturón se observa en todas las figuras masculinas y era el verdadero símbolo de su rango y posición social. Además de ello, al menos tres de los guerreros de Porcuna portan en los brazos brazaletes en espiral de cinco vueltas, colocado por encima del codo. Las piezas encontradas suelen estar realizadas en alambre fundido y después moduladas en los remates con la forma de cabezas, generalmente de serpiente. El material más utilizado en estas joyas es la plata, seguida muy de lejos por el oro (De la Bandera, 1984: 403). Estas joyas reflejan, igual que los cinturones, el alto estatus de su portador. Es muy característico que de todos los guerreros, quienes los portan son aquellos que aparecen representados como vencedores (Negueruela, 1990: 162. Todas las descripciones de los guerreros proceden de esta referencia). Este detalle debió ser muy significativo y debía guardar un claro sentido para sus observadores.

Sobre las túnicas de vestir varios de los guerreros llevan armadura, pero no todos. En el caso de los guerreros mejor equipados, la armadura se coloca sobre unas grandes tiras acolchadas que se ponen en los hombros y se cruzan hacia atrás en forma de ocho, pasando por las axilas y cruzándose en la espalda. Estas piezas están sostenidas por una correa de cuero o textil, cuya función es mantener las bandas acolchadas en su posición. Esta correa se cruza sobre el pecho y se mete por debajo de los acolchados de fuera hacia adentro, luego pasa por debajo del cinturón y queda suspendida a ambos lados de las caderas. Para sostener las hombreras, sólo hace falta tirar de ellas para que los acolchados se acerquen entre sí y queden bien ajustadas. Estos acolchados protegen los hombros y el pecho del roce de la armadura, pero además ayuda a mantener los hombros erguidos y la espalda recta, una postura erecta y firme para la lucha. Por debajo de la cintura los guerreros visten en ocasiones faldellines, largas tiras de material rígido, de cuero o tela, que se ata a la cintura y cubre completamente las caderas del guerrero, protegiendo el bajo vientre y los genitales como una especie de mandil.

Forma de vestir las defensas corporales de los guerreros de Porcuna. Sobre estas defensas blandas se situaría la armadura formada por los discos pectorales.

Forma de vestir las defensas blandas y el arnés de los guerreros de Porcuna. Según Negueruela, 1990: figs. 26-29, pp. 376-379.

Sobre estos acolchados los guerreros llevan la coraza, formada por grandes discos pectorales que les cubren todo el pecho, a la altura del esternón. Las dimensiones de los discos en las figuras van entre los 21 y los 27,5 cm. Sobre el pecho estas dimensiones, similares a las de un plato actual, cubren sin problemas desde la unión de las clavículas hasta el diafragma. El pectoral delantero va acompañado de una pieza de iguales dimensiones a la espalda. Estos dos grandes discos van acompañados de otros menores que protegen los hombros. El conjunto de protecciones va sujeto entre sí por un arnés de cuero. Los discos de los hombros están unidos al pectoral y espaldar por correas de cuero. A la vez, los dos discos mayores se unen por los costados por otras dos correas. Es posible que todo el correaje estuviera articulado entre sí, pasando por dentro de los discos a través de apliques y pasadores. Sin embargo, en las esculturas no se aprecian nudos ni enganches, lo que lleva a paensar que las correas estarían fijadas a los discos, ofreciendo una configuración rígida adaptada a la anatomía particular del guerrero.

Recreación de un guerrero itálico con su arnés, a partir de la figura del guerrero de Capistrano.

Recreación de la armadura itálica de un guerrero a principios del siglo V a.C. Reconstrucción basada en el guerrero de Capestrano y la armadura de Alfedena según Connolly, 1998: 101.

En la Península Ibérica se han encontrado varios ejemplares de discos coraza, fechados entre el siglo VI y el siglo III a.C. (Graells, 2012). Algunos de los conjuntos mejor conservados son los encontrados en la necrópolis de El Altillo, en la localidad de Aguilar de Anguita de Guadalajara, contemporáneo a las panoplias de Porcuna. En esta necrópolis celtibérica se han encontrado al menos tres conjuntos de discos coraza, todos ellos sostenidos por conjuntos de cadenillas (Graells, op.cit.: 117, nota 112, fig. 23, fig. 87). La panoplias de Aguilar de Anguita están conectadas a través de cadenas. En el caso de la panoplia de la tumba A, unas piezas oblongas ligeramente rectangulares sirven para conectar el disco pectoral y espaldar, destinadas a ir ubicadas sobre los hombros. En los otros casos, la unión entre los discos coraza se hace con pequeñas farelas encadenadas entre sí. En todas las panoplias, por debajo de los discos principales cuelgan varios conjuntos de faleras adicionales, sirviendo de decoración. Estas cadenas inferiores se utilizaban probablemente para engancharse a los discos coraza por ambos costados, sustituyendo a las tiras de cuero de otro tipo de panoplia.

Dibujo de las armaduras de discos encontradas en las necrópolis celtibérica de Aguilar de Anguita, en Guadalajara.

Dibujo de las armaduras pectorales de discos de la necrópolis de Aguilar de Anguita, según Graells, 2012: fig. 2, p. 118.

Los discos coraza del conjunto de Porcuna seguirían siendo utilizados durante un siglo más, hasta ser abandonados en el siglo III a.C. Dentro de las esculturas del área ibérica y para épocas próximas a Porcuna encontramos representaciones de discos coraza en el famoso torso del guerrero de la Alcudia de Elche, del siglo IV a.C. Este pectoral muestra la efigie de un lobo de fauces abiertas en un gesto de fiereza. Se sostiene con dos bandas superiores de metal decoradas con motivos de bellotas y se sujeta al pecho con unas tiras de cuero remachadas a ambos lados del disco. Este guerrero también muestra el ancho cinturón que sirve de distintivo de la clase guerrera, con una gran placa como hebilla. Similar a los guerreros de Porcuna y de Elche existe un torso de una escultura descontextualizada, situada en Casas de Juan Núñez, en Albacete. El gran disco pectoral muestra unas correas de sujeción y protecciones similares a los de Porcuna, y una plaquita para los hombros como los modelos de Aguilar de Anguita (op.cit.: 133-134). Nótese cómo en este caso se ven los remaches que sujetan las bandas superiores del disco, pero en el lateral derecho se observa que las correas están anudadas.

Torso de guerrero ibero de La Alcudia de Elche con pectoral con cabeza de lobo

Fragmento de escultura de guerrero de La Alcudia de Elche. El pectoral con cabeza de lobo se sostiene con un sistema de arnés distinto de Porcuna, correspondiente a una fecha más tardía. Nótese el gran cinturón con hebilla, símbolo del guerrero ibero. Foto: autor.

Los cascos

Dos de los guerreros de Porcuna llevan cascos, además de conservarse fragmentos sueltos de otros, tal vez para hasta tres cascos más. El modelo de estos yelmos pudo originarse en Italia o Grecia, pero reúne características formales que le hacen propio. La presencia de un yelmo en estos guerreros es un evidente símbolo de estatus, sobre todo por las largas cimeras que poseen. Estos adornos estarían realizados con crin de caballo y servirían para dar mayor altura al guerrero y darle un aspecto imponente y temible. Los cascos podrían estar realizados en cuero y metal. La estructura de los cascos no queda clara en la escultura ni en la pintura y es motivo de especulación. En muchas recreaciones modernas de los guerreros iberos se dibujan como hechos en cuero, pero lo cierto es que los yelmos de Porcuna muestran grandes adornos y apliques sujetos al casco, lo que hace pensar que la materia del yelmo debería ser dura y resistente para no ceder ante el peso de los adornos colocados en ella. Existe una opción intermedia, y es que fueran de cuero con apliques y refuerzos de metal.

A la izquierda, dibujo de los yelmos de Porcuna, con y sin cimera, según Negueruela, 1990: fig. 5, p. 358 y figs. 18a, 18b, 19, pp. 370, 371. A la derecha, recreación de un guerrero de Porcuna con el yelmo y sus apliques. Dibujo de Carlos Fernández del Castillo en Quesada, 2010: 153.

Al hablar sobre los lusitanos, Estrabón comenta (Geografía, III, 3, 6) que pocos de ellos usaban cascos con tres cimeras. En Porcuna no encontramos tres cimeras de caballo, pero sí incisiones laterales en los cascos. Estas incisiones estaban destinadas a apliques que han desaparecido en las esculturas originales. Podían ser, efectivamente, espacios para ubicar dos cimeras laterales, lo que debería conceder al guerrero un aspecto especialmente temible. También se ha barajado la posibilidad de que sirvieran para otro tipo de piezas metálicas, como cuernos, alas o animales mitológicos. Un buen ejemplo de esto nos lo ofrecen algunos cascos celtibéricos, denominados hispano-calcídicos (González y Graells, 2022). Algunos cascos de la famosa colección recuperada del expolio de la necrópolis de Aranda de Moncayo muestran unos soporte laterales en forma de apliques sobre los que pueden encajarse unas láminas laterales. Se han conservado algunos de estos apliques, en forma de alas o de cuernos, elevándose en vertical a ambos lados del yelmo. Unido a la cimera, la visión de estos guerreros debía ser impresionante.

Yelmos celtibéricos de la necrópolis de Aratis con sus apliques con cimera en forma de cuernos y alas

Dos de los yelmos celtibéricos de la necrópolis de Aratis con sus cimeras metálicas. Foto: pintiavaccea.es

Al menos uno de los guerreros muestra lo grandes que podían ser estas cimeras. Se trata del Guerrero número 2, que se encuentra en postura ligeramente agachada, como para evitar un golpe o pasar por debajo de la guardia de su enemigo, o bien en la actitud de agarrar a un enemigo. La restitución de la escultura ha permitido reconocer en la zona baja de la espalda una moldura rectangular que corresponde en realidad a la caída parte en que la cimera baja toca con el cuerpo del guerrero. Esta gran y alta cimera se asemeja sorprendentemente al jinete de La Bastida, del siglo IV a.C. (Almagro-Gorbea, Lorrio y Vico, 2019: 83). En esta figura la cimera es exageradamente grande con el objetivo de destacar ese elemento particular del guerrero. Es posible que en Porcuna estas grandes cimeras cumplieran también ese objetivo de resaltar la magnífica y terrible presencia del guerrero, un héroe antepasado o legendario. Al tamaño y visión general del conjunto se le suma los detalles del penacho. De los dos cascos reconstruidos, uno de ellos muestra en su base la presencia de unas patas de felino, mientras que otro muestra una moldura en forma de letra Lambda griega. Estos detalles solo refuerzan la importancia del símbolo de estos elementos decorativos.

Arriba: Guerrero de Moixent, vía javea.com. Abajo: reconstrucción del guerrero inacabado con casco en Negueruela, 1990: fig. 5, p. 358. En ambos pueden apreciarse los yelmos con grandes cimeras.

Imagen de portada: jefe de alto rango de la Alta Andalucía basado en los conjuntos escultóricos de Porcuna y Elche. Autor: Carlos Fernández del Castillo en Quesada, 2010: 257. (Ver Bibliografía)

Bibliografía

Almagro-Gorbea, M.; Lorio, A. J.; Vico, A. (2019): «Los signa equitum o estandartes ibéricos de tipo ‘Jinete de La Bastida'». Saguntum, 51. pp. 81-119.

Basile, J. (1993): «The Capestrano warrior and related monuments of the seventh to fifth centuries B.C.» Revue des archéologues et historiens d’art de Louvain, XXVI. pp. 9-31.

Celestino, S. (2001): Estelas de guerrero y estelas diademadas. La precolonización y formación del mundo tartésico. Bellaterra Arqueología, Barcelona.

Chapa, T. (2012): «La escultura en piedra de la antigua Osuna: algunas reflexiones sobre los relieves ‘ibéricos'». Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, 14. pp. 35-42.

Connolly, P. (1998): Greece and Rome at War. Greenhill Books, Londres.

De la Bandera, M. L. (1984): «Brazaletes peninsulares orientalizantes e ibéricos en metales nobles». Habis, 15. pp. 365-418.

Del Reguero, J. (2016): «El escudo de piel con escotadura en ‘V’ durante el Bronce Final atlántico: elaboración y funcionalidad a través de la arqueología experimental». Boletín de Arqueología Experimental, 11. pp. 22-44-.

Graells, R. (2012): «Discos-coraza de la Península Ibérica (s.VI-IV a.C.)». Jahrbuch des Römisch-Germanischen Zentralmuseums, 59. pp. 85-244.

González R. y Graells, R. (coord.) (2022): El retorno de los cascos celtibéricos de Aratis. Un relato inacabado. Gobierno de Aragón.

Negueruela, I. (1989): «Monomachias de carácter helenizante en la escultura ibérica de Ipolca (Porcuna)». Revue des Études Anciennes, 89, nº3-4. pp. 319-338.

– (1990): Los monumentos escultóricos ibéricos del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén). Ministerio de Cultura.

Quesada, F. (1997): El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional, social y simbólico de las armas en la Cultura ibérica (siglos VI-I a.C.). Éditions Monique Mergoil, Montagnac.

– (2008): «Arte sobre metal: el armamento prerromano», Stilus, 5. pp. 28-33.

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