por El Profesor
El artículo que voy a reseñar es un capítulo del libro «Palaeohispanic languages and epigraphies», una monografía editada por los profesores Alejandro G. Sinner y Javier Velaza (2019) para la Universidad de Oxford. Atendiendo a lo dicho en el prefacio del libro (op. cit.: v-vii), su objetivo es ofrecer una visión general sobre el estado de conocimiento de las lenguas Paleohispánicas en el momento de la publicación. Para ello, cada capítulo del libro está dedicado a un tema específico abordado por alguno de los especialistas españoles de la materia en cuestión.
Los objetivos de esta publicación encajan con la labor del grupo AELAW (2021), un equipo internacional de trabajo multidisciplinar reunido con el fin de poner en común el conocimiento actualizado sobre las lenguas europeas antiguas. Este grupo llevó a cabo un congreso en Roma el mismo año de publicación del monográfico de Oxford, titulado «Paleo-European languages and writings: challenges and perspectives of study», como colofón a una serie de trabajos que establecieron el estado de la cuestión actual sobre el conocimiento académico de los idiomas europeos prerromanos.
En este artículo nos centraremos en el Capítulo 9: «The Vasco-Iberian theory», redactado por el profesor e investigador Eduardo Orduña Aznar (2019). Ha publicado numerosos trabajos sobre el lenguaje ibero y forma parte del grupo de investigación Hesperia, dedicado a la creación de un archivo online de inscripciones de lenguas paleohispánicas. Uno de sus campos de investigación ha sido la relación existente entre los numerales iberos y el vasco (Orduña, 2005; 2011; 2013), una hipótesis de trabajo que con los años ha ido haciéndose más firme. Los avances producidos en este campo gracias a los estudios de Orduña le dan plena legitimidad para que los profesores Sinner y Velaza le incluyeran como redactor del capítulo dedicado al difícil tema de la teoría vasco-iberista.
El conjunto del capítulo está escrito de manera expositiva y didáctica, siguiendo la línea de toda la publicación, lo que facilita la lectura rápida y amena, pese a que el tema puede resultar algo árido para aquellos que poseen un conocimiento escaso sobre lingüística y morfología. El capítulo se divide en diferentes apartados que explican de forma progresiva, el desarrollo de la teoría del vasco-iberismo, el valor actual de la teoría y los estudios dedicados a este conocimiento. Realizaré esta recensión siguiendo el camino planteado por el investigador. Para diferenciar las palabras en idioma ibérico o sus versiones latinas con el léxico vasco, las primeras irán escritas en cursiva, y las segundas, en negrita. También distingo entre vasco, entendido como el lenguaje hablado actualmente o al idioma en su forma genérica, y vascónico, cuando se haga referencia a los diferentes dialectos hablados en tiempos históricos.
Orígenes y desarrollo de la teoría vasco-iberista.
La teoría del vasco-iberismo defiende que los primeros pobladores de la Península Ibérica habrían sido antepasados del pueblo vasco, por lo que un vascónico primitivo fue hablado en toda la extensión peninsular. Con la llegada de los romanos, el idioma quedó relegado al Pirineo, donde el vasco se conservó hasta el presente (Auñamendi Eusko Entziklopeida, 2021). Esta teoría surgió en el s.XVI, cuando algunos académicos e intelectuales, asumiendo que el vasco era un idioma que había sobrevivido desde tiempos prerromanos, consideraron que el algún momento esta lengua habría sido hablada por todos los habitantes de la Península (op. cit.: 219).
En el siglo XIX tuvieron lugar diferentes estudios académicos para tratar de explicar la situación lingüística de la Península Ibérica en la Edad Antigua. Según el estado del conocimiento en la época, esta teoría tuvo algunos apoyos de renombre, como los eruditos lingüistas Wilhelm von Humbolt, Schuchardt o Hübner, autor del primer corpus de inscripciones ibéricas (op. cit.: 220).
En el siglo XX, sin embargo, tuvo lugar un hecho trascendental, el desciframiento de la escritura ibérica Levantina por Manuel Gómez-Moreno (2013). Este descubrimiento demostró que era imposible traducir las inscripciones ibéricas con la sola ayuda del vasco, por lo que la mayoría de los académicos de la época comenzaron a mostrar su amplio escepticismo hacia esta teoría. Antonio Beltrán (1951: 19) resume claramente la postura que es mantenida hasta hoy por la investigación académica: «los iberos, que arqueológicamente no tienen nada que ver con los vascos históricos, hablaron un idioma desconocido, que no se parece a ninguno de los que actualmente conservamos, salvo, esporádicamente, al vasco, que no es celta y que coexistió con el vasco en la época prerromana en la zona geográfica entre Navarra y Lérida». Este punto de similitud entre el vascónico y el ibero no es entendido como de filiación entre ambos idiomas, si no por existir un campo común de origen fonológico denominado «piscina onomástica» por el profesor Luis Michelena (Orduña, 2019: 220), uno de los mayores conocedores de la lengua vasca y artífice de la unificación lingüística que ha dado lugar al vasco actual.
Este nuevo posicionamiento llevó a la teoría del vasco-iberismo hacia un aspecto marginal de la investigación. En el momento actual existen tres corrientes a este respecto (op. cit: 221). La corriente crítica, adoptada por muchos lingüistas del vasco actual, rechaza las coincidencias y niega la conexión entre ambos idiomas. La corriente moderada reconoce que existe una relación entre los dos idiomas, causada por la pertenencia a una familia lingüística común o al menos por una afinidad entre ambas motivada por el contacto histórico. Por último, hay una corriente continuista de la teoría «clásica» del vasco-iberismo que defiende una conexión filial entre ambos idiomas, y que ha dado algunas líneas de estudio a tener en cuenta. Sin embargo, dentro de esta corriente aún existen algunos remedos que insisten en defender la relación directa entre ambos idiomas, con teorías pseudo-académicas que no resisten un análisis en profundidad.
El vasco-iberismo clásico.
Durante el siglo XIX, anterior al desciframiento del signario ibérico, los estudios se centraron en la comparación de nombres de lugares y personas (op. cit.: 221-223). Entre ellas, destaca la similitud entre el nombre de Iliberris, Granada. Este topónimo podría ser escrito como ili, ciudad y berri, nuevo, en moderno vasco hiri berri. Este nombre es encontrado también en otras ciudades como Illiberis y Elimberrum, en territorio francés. Unido a la existencia del elemento ili– o similar bien reconocido en ibérico, esta comparación puede ser entendida como un verdadero préstamo lingüístico del vasco, aunque la interpretación presenta algunas dificultades basadas en la fonética (op. cit.: 222). Otras comparaciones encontradas son uri, ciudad en dialecto vizcaíno, en Calagurris o Gracchurris; iturri, fuente, en Turiasso, Turissa o Iliturgis, o el propio nombre Iberia, relacionado con ibar, valle fluvial, o ibai, río.
Tras el desciframiento del signario ibérico, el profesor Pío Beltrán aún mantuvo un trabajo en defensa de esta línea de investigación, llevando a cabo estudios a tener en cuenta por el conjunto de la comunidad académica (op. cit.: 223). Su principal aportación fue la identificación en muchas inscripciones funerarias de la palabra seltar, concepto que corresponde con el vascónico seldor, pira funeraria. También distinguió la lectura de algunas formas verbales en una tabla de plomo de Castellón: baniekarse, ekariu y ekusu, relacionadas con el verbo ekarri, traer, e ikusi, ver. Otra de sus aportaciones fue la lectura de una inscripción hecha en pintura sobre una cerámica de Sant Miquel de Llíria, con una escena esquemática de una batalla sobre barcas bajo la cual podía leerse gudua deisdea, interpretada como llamada al combate. Sin embargo, nuevas lecturas de la inscripción establecieron que la lectura real era kutur oisor, cuyo sentido es desconocido (op. cit.: 223).
El vasco-iberismo actual.
Existen varios aspectos que el estudio del vasco-iberismo ha desvelado como un punto de conexión entre los idiomas ibero y vascónico, muchos de los cuales han sido aceptados o debatidos en parte por la comunidad académica. Los más relevantes son los siguientes:
El modelo fonológico. La fonología del ibero es muy similar a aquella del vasco primitivo reconstruido por Michelena. Se caracteriza por la existencia de las cinco vocales, una h aspirada, y la pronunciación de consonantes fuertes como t o k y fricativas como ts y tz, entre otras (op. cit.: 224), junto con unas normas generales de pronunciación muy similares entre sí (op. cit:: 225-226).
Las formas del sustantivo. Vasco e ibero son idiomas aglutinantes, poseen sufijos nominales y los prefijos se restringen a las formas verbales. Igualmente, las declinaciones en ambos se sitúan siempre al final de la palabra, e incluyen -r o -n en la terminación de un sustantivo en la formación de palabras compuestas (op.cit.: 226).
Entre las similitudes más interesantes entre ambas lenguas se encuentran diferentes variantes de caso en la declinación del sustantivo (op. cit: 227-229). Encontramos el uso -en como marca de genitivo, por ejemplo en iltirbikis-en seltar, la tumba de Iltirbikis. También la forma -ku como marca de genitivo local, como en usekerte-ku, traducido como «de Osicerda».
Otras terminaciones son el sufijo -n o la forma -nken como locativo o forma de lugar, encontrado en las acuñaciones monetales donde se lee bolskan, ciudad de los suessetanos, o neronken, ciudad de los elisicos. Muy parecido a este último caso es el sufijo -(e)sken como una forma de genitivo plural, por ejemplo en las acuñaciones monetales donde figura untikesken, traducido como «de los de Indika (Untika)», la griega Emporion. En estas dos composiciones (nken y sken) se ven los morfemas -k como marcador de plural y -en como genitivo que en vasco poseen un significado muy similar.
La morfología verbal. Se trata de un campo complejo sobre el que se ha desarrollado uno de los principales temas de estudio del lenguaje ibero, y como tal ocupa una de las secciones más largas del capítulo (op.cit.: 230-233). De una manera expositiva, el autor estructura este apartado entre las diferentes palabras iberas entendidas como verbos y las formas verbales que han sido relacionadas con el vascónico. Citaremos aquellas que sí son entendidas como puntos en común entre ambos idiomas, descartando aquellas cuya relación con el vasco ha sido actualmente descartada.
La forma mi y su variante nai han sido equiparadas con ni, yo, y naiz, yo soy. Por otro lado, ha sido descrito con una forma de demostrativo, así que la interpretación es discutida (op. cit.: 230, 231).
La palabra ekiar o ekien han sido aceptadas como el verbo hacer, egin en vasco.
Las palabras eban(en) y teban son fruto de una fuerte controversia entre lingüístas (cf. Rodríguez, 2001; Velaza, 2006), dado que por el contexto funerario en que aparecen, puede ser interpretados como hijo/hija o bien con la forma latina dedit o faciendum coeravit, hizo o mandó hacer. Si fuera entendido como un verbo, parece semejante al vasco eman, dar, cuyo sentido encaja en el sentido funerario de dedicación, pero la cuestión no está resuelta.
La estructura del verbo en participio puede guardar similitudes en ambos idiomas. Esta hipótesis defiende que la forma «e-verbo-en» o «i-verbo-ir» encaja con formas de participio vascas y también con las palabras ebanen o iunstir.
En las formas de sintaxis también se han encontrado algunos rasgos característicos comunes. Una de ellas, muy peculiar, es la forma peculiar en la que se organiza el orden de sustantivos en una frase. En ambos idiomas, cuando se usa un sustantivo el complemento precede al núcleo de la palabra, pero cuando el complemento es un adjetivo, se sitúa después. Por ejemplo, iltirta-salir, moneda de Iltirta, pero Ili-berri, ciudad nueva. Esto es poco común dentro de las normas de construcción de frases, lo que hace ver un parecido razonable entre ambas lenguas (Orduña, 2019: 234).
Vasco e ibérico son lenguas ergativas que marcan el caso de sujeto en una oración. La raíz de ergatividad, sin embargo, es discutida. Podría ser -ka en ibérico, coincidiendo con -k en vasco, aunque en ibero podría ser también la forma -te. Por otro lado, ambos idiomas parecen poseer una forma no marcada cuando se trata de citaciones o formas absolutas (op. cit.: 234-235, cf. Orduña 2008)
Respecto a los nombres personales, un campo bien conocido en la lengua ibera, se han encontrado varias correspondencias léxicas. La explicación de por qué hay rasgos comunes entre estos idiomas no está claro, pero fue definida por Michelena con el concepto «piscina onomástica», haciendo referencia a los préstamos e influencias ofrecidas en la formación de nombres entre los idiomas limítrofes aquitano o vascónico e ibero, más que a la existencia de una conexión como partes de una misma familia lingüística (Orduña, 2019: 235-236). Lo mismo ocurre con los nombres de algunos lugares (op. cit.: 236), cuya conexión con el vasco puede deberse a un caso de transferencia entre idiomas vecinos, como Iliberri, ya comentado, Ilturo, la actual Mataró, cuyo nombre aparece como el de una deidad en Aquitania, y Turissa, la actual Tossa de Mar, denominación muy parecida a una Iturissa mencionada en territorio vascón (op.cit.: 237).
Con todo, tal y como se apuntó al principio, la conexión más importante entre el vascónico y el ibero son los numerales. Las similitudes son tan cercanas que su estudio ha mantenido a día de hoy abierta la teoría del vasco-iberismo, al menos en el campo del préstamo léxico. La relación de números comparados es la siguiente:
1/2. erdi, erti; 2. bi, bi(n); 4. lau, lau(r); 5. bost, bors(te); 6. sei, sei; 7. zazpi, sisbi; 8. zortzi, sorse; 10. hamar, abar; 20. hogei, orkei.
La última parte del capítulo está dedicada a las conclusiones generales sobre la cuestión del vasco-iberismo (op. cit.: 239). La teoría clásica del vasco-iberismo ha quedado a día de hoy completamente desbancada, pero aún así la cuestión sobre qué relación mantuvieron el vascónico y el ibérico sigue en debate. La mayoría de las similitudes descritas en el capítulo y resumidas en este artículo no son aceptadas por el mundo académico de forma unánime, pero algunas de ellas tienen peso suficiente como para requerir un estudio detallado. Los más importantes son:
- Algunos casos en la declinación de palabras, como el genitivo en -en.
- La forma verbal ekiar y las conjugaciones del verbo egir, hacer.
- Algunos aspectos sobre la morfología de los verbos y los sustantivos, como el sufijo ergativo -ka y las similitudes entre las formas eban/teban y eman, dar.
- La forma de estructurar la sucesión de nombre-adjetivo en una frase.
- Algunas palabras como iltir, ciudad o seltar, pira.
- Sobretodo, las formas numerales.
Estos rasgos desde luego sí permiten reconocer una relación entre el vascónico y el ibero, relación cuyo sentido varía según quiera interpretarse: puede estar provocada más bien por los préstamos frutos del contacto durante un largo período de tiempo, o puede ser causada por la existencia de algún tipo de filiación lingüística, que desde luego no es cercana.
Un elemento emerge por encima de todo: según el estado del estudio del idioma ibérico actual, el conocimiento del vasco y del vascónico no permite traducir el lenguaje de los iberos, ni en parte ni en todo.
Referencias y bibliografía:
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