Thera, los secretos de la Atlántida

por María Luisa Regalado @mediterraneoantiguo

Muchos han sido los eruditos y estudiosos seducidos a lo largo del tiempo por la fascinante historia de la Atlántida, ese lugar mítico evocado por el filósofo griego Platón. De entre todas las hipótesis disponibles, las más afamadas son actualmente las que sitúan la Atlántida en el ibérico Tartessos o en Thera, la isla principal del pequeño archipiélago griego de Santorini.

Lo cierto es que probablemente existió más de una Atlántida. Este mítico lugar se relaciona con un enorme cataclismo natural, y sabemos que se produjeron varios eventos climáticos catastróficos en las riberas mediterráneas entre el segundo y el primer milenio a.C., en forma de erupciones volcánicas, terremotos y maremotos, además de una serie de cambios en las temperaturas que afectaron a la vida vegetal y animal y que llevaron al abandono o condenaron a la destrucción de numerosas ciudades antiguas. De entre todos los lugares posibles para ubicar la Atlántida de Platón, la isla de Thera, con su yacimiento de Akrotiri, conforma una candidatura de lo más verosímil.

Y es que, a juzgar por los frescos que hoy podemos admirar en su Museo de Prehistoria y en el Museo Arqueológico de Atenas, esta isla, que en la Antigüedad llamaban Kallisté “la Bellísima”, no sólo era hermosa, sino que en ella se desarrolló una cultura de grandísimo valor. En Thera habitaban los minoicos, los mismos hombres y mujeres que en la cercana Creta construirían los palacios de Knossos, Festos o Malia, y que en su época de mayor esplendor dominaron el este del Mediterráneo en lo que se conoce como una talasocracia, el gobierno a través del mar, ya fuera por el control de sus rutas comerciales o por la fuerza de su poder militar.

Cerámica minoica con motivos marinos. Museo de Prehistoria de la Antigua Thera. Fuente: autora.

Allá por el siglo XIX a.C., los minoicos tenían su propio sistema de escritura, denominada Lineal A, aún no descifrada. Construían recintos palaciales de gran complejidad, tanta que se dice que de su estructura intrincada se deriva la leyenda del laberinto del Minotauro, y disfrutaban de grandes comodidades en su vida cotidiana, como muestran sus casas de varios pisos con paredes decoradas, terrazas y sistemas de desagüe; la ordenación urbana de sus poblaciones, con calles estrechas pero bien trazadas y viviendas llenas de luz, muchas construidas con sistemas antisísmicos que debieron de ser únicos en su época, y el refinamiento en el vestir, en los peinados y en los adornos y joyas que denotan sus pinturas.

Era el minoico un pueblo amante del color y de la naturaleza, frecuentemente representada en frescos y objetos decorativos, en los que se ven pájaros, flores, plantas de diversos tipos, monos, toros, ciervos e incluso leones, sin que falten animales marinos como delfines o pulpos. Incluso se han hallado imágenes de seres mitológicos, como los grifos, que enlazan la cultura minoica con otras coetáneas, como la egipcia o la mesopotámica.

Pero todo este refinamiento saltó literalmente por los aires alrededor del 1640 a.C., cuando una devastadora erupción volcánica destruyó Thera, como describen Jan Driessen y Colin Macdonald (2019):

Algún tiempo antes tuvo lugar un importante terremoto, pues existen signos de daños, seguidos de limpieza y reconstrucción de edificios en Akrotiri. Después vino la erupción, con una lluvia masiva de cenizas y la destrucción…”.

Este evento geológico, elevado a un Índice de Explosividad Volcánica (VEI) de aproximadamente 7, en una escala que va del 1 al 8, es decir, supercolosal, generó además un maremoto de tal magnitud que sus olas gigantescas barrieron la costa norte de Creta (Bruins et al., 2009). Según los mismos autores:

Se puede asumir que un tsunami destruyó cierto número de barcos, dañando las instalaciones portuarias del norte (como Poros, Amnissos y Nirou Chani en Creta central) y salinizando las zonas costeras bajas septentrionales hasta el punto de dejarlas inútiles para la agricultura durante años”.

Con la consecuente pérdida de habitantes, infraestructuras, recursos y gran parte de su flota, la talasocracia minoica debió de desmembrarse de forma brusca. Los asentamientos de Thera desaparecieron de la faz de la Tierra, mientras que los del resto de las islas que sobrevivieron a la destrucción, presumiblemente muy debilitados, fueron poco después conquistados por los micénicos, venidos del continente.

Y así, este pueblo brillante pasó al olvido durante milenios, hasta que arqueólogos como Evans contribuyeron a redescubrir y poner en valor la civilización minoica. Los ecos de su grandeza, sin embargo, nunca se apagaron por completo. Permanecieron resonando en la leyenda griega de la Atlántida: un pueblo feliz, culto y rico que vivía en una isla hermosa y fértil, de forma circular o anillada, destruida violentamente por una catástrofe.

Una isla que no podría ser otra que Thera/Santorini. Como indican Marit-Solveig Seidenkrantz et al. (2000):

La evidencia geológica muestra que Santorini era una isla en forma de anillo antes de la erupción minoica”.

Pero, además, las excavaciones llevadas a cabo en los últimos años en esta pequeña isla, más concretamente en el yacimiento de Akrotiri, ponen luz sobre la vida de los minoicos, demostrando el alto grado de prosperidad que llegaron a alcanzar en Thera.

En la Edad del Bronce, antes de que la erupción volcánica lo enterrara bajo metros de roca, cenizas y escombros, el asentamiento de Akrotiri se situaba en un promontorio, casi una península, junto al mar. Se orientaba hacia el sur, en dirección a Creta, bien localizado en las rutas marítimas regionales. Esta orientación le permitía además estar protegido de los fuertes vientos del Egeo, por lo que resultaría un buen lugar para el amarre de los barcos y las escalas entre viajes.

Según el arqueólogo Christos G. Doumas, gracias en buena medida a su excelente localización, el asentamiento habría pasado de ser un poblado pesquero en el Neolítico a un vibrante puerto comercial en la Edad del Bronce Tardía, como muestran los objetos desenterrados en él, procedentes de otras islas del entorno egeo -no sólo las Cícladas, sino también lugares como Chipre o Rodas-, y que dan muestra de la cantidad e importancia de las conexiones interregionales que confluían en Akrotiri.

De este modo, el pueblo creció: se construyeron muevas casas, de estilo más elegante y complejo, se reformaron zonas anticuadas, incluyendo un antiguo cementerio, se establecieron almacenes, en los que los artesanos y comerciantes podrían depositar sus mercancías… Las evidencias encontradas apuntan a que en Akrotiri había trabajadores de los metales, de los tejidos, agricultores y mercaderes, además de todo tipo de profesionales de los oficios del mar: pescadores, constructores de barcos o marineros.

Todo ello, sin olvidar que debieron de existir también edificios administrativos y zonas de culto, si bien no parece que los minoicos construyeran templos al modo clásico, sino que más bien preferían dejar sus ofrendas en lugares del entorno natural, como grutas o recintos al aire libre.

Hablamos, por lo tanto, de un lugar floreciente, insertado en las principales rutas de navegación de su época, fuertemente conectado al poder cretense y que sin duda continuaba creciendo en prosperidad y poder. Un poder que debió de despertar admiración, pero también temor, construido a lo largo de miles de años y destruido en el transcurso de unas pocas horas.

Yacimiento minoico de Akrotiri. Fuente: autora.

¿Podría ser Thera, con Akrotiri la principal exponente de la Atlántida platónica? Rotundamente, sí. Una vez despojado de sus elementos más extravagantes, el mito nos lleva a un lugar que los antiguos griegos tomarían como referente, es decir, que debía de estar en la órbita del Egeo y compartir elementos culturales claros con su propia idiosincrasia, pues de otro modo no lo hubieran escogido como ejemplo de sabiduría o refinamiento.

De otra parte, para causar terror y generar una leyenda, el evento que lo destruyó tuvo que ser no sólo catastrófico, sino también visible, con consecuencias perdurables en el tiempo. ¿Qué ocaso pudo ser más terrible que el de la civilización minoica, cuyo poder fue aplastado repentinamente, quedando la redonda Kallisté reducida a la pequeña isla de Thera, como prueba del carácter implacable de los dioses, que en su furia llegaron a destruir incluso los poderosos palacios del norte de Creta, a kilómetros de distancia? ¿No es bastante aterrador que ni un solo habitante de la isla sobreviviera a la catástrofe? A día de hoy, de hecho, ni siquiera se han encontrado restos humanos de la época entre las ruinas de Akrotiri.

Después de los trágicos sucesos del 1640 a.C., sin embargo, Thera volvió a la vida. Debió de ser un proceso lento, pero finalmente nuevos colonos se establecieron en ella, como los dorios que construyeron un poblado al sur, o los fenicios, quienes tuvieron un pequeño asentamiento cerca de la actual Fira.

Actualmente conocemos como Santorini al minúsculo archipiélago formado por la propia Thera, Thirasia y Aspronisi, junto con dos pequeñas islas más jóvenes: Palea Kameni y Nea Kameni, en cuyos alrededores se puede nadar en aguas sulfurosas. Se trata de uno de los lugares más visitados y deseados del Mediterráneo, con sus rosados atardeceres y sus blancas casitas arracimadas sobre la caldera del volcán. Pero en el profundo azul que lo circunda, sumergidos bajo milenios de silencio, aún perviven los secretos de la Atlántida.

Imagen de portada: Fresco de las gacelas. Yacimiento minoico de Akrotiri. Actualmente se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Fuente: autora.

Bibliografía:

Doumas, C. G. (2016): Prehistoric Thera. John S. Latsis Public Benefit Foundation.

Friedrich, W. L.; Seidenkrantz, M-S. y Bjorslev, O. (2000): Santorini (Greece) before the Minoan eruption: a reconstruction of the ring-island, natural resources and clay deposits from the Akrotiri excavation. Sociedad Geológica, Londres, Publicaciones Especiales.

Driessen, J. y Macdonald, C. F. (2019): The eruption of the Santorini volcano and its effects on Minoan Crete. Departamento de Arqueología, Universidad Católica de Lovaina.

Bruins, H. J.; van der Plicht, J. y MacGillivray, A. (2009): “La erupción minoica de Santorini y los depósitos del tsunami en Palaikastro (Creta): datación por Geología, Arqueología, 14 C, y cronología egipcia”. Radiocarbono, 51 (2). pp. 397-411.

Deja una respuesta