Sertorio y los hispanos

por Sertorii Cerva

República romana, 81 a. C. En un momento de crisis internas y guerras civiles, iniciadas con la toma de Roma por parte de Lucio Cornelio Sila en el año 88 a. C., un general sabino perteneciente a la factio de los populares llega a la península ibérica en calidad de procónsul de Hispania Citerior. En Italia el fin de la guerra civil y la victoria silana es una realidad, y los enemigos del dictador, derrotados, buscan refugio fuera de Roma. Va a ser precisamente dicho procónsul, Quinto Sertorio, quien llevará adelante la contienda contra las fuerzas optimates desde territorio hispano hasta su aciago asesinato por parte de sus lugartenientes en el 73 a. C.

Sertorio encarnará las esperanzas populares y agrupará en torno a su figura a importantes figuras romanas e itálicas desafectas al nuevo senado establecido en Roma por Sila. La actuación del sabino y su relación con las poblaciones locales va a ser fundamental en el devenir de la península ibérica dentro del marco de la dominación romana, ya que logró introducirse de forma profunda en las tradiciones locales. Sertorio actuó, por lo tanto, como un agente activo en la integración de las comunidades existentes en Hispania a los modelos latinos e itálicos. Estos hechos deben ser entendidos, sin embargo, como la introducción de ciertos elementos romanos que tendrán un gran impacto en las comunidades locales.

Influencia de la causa sertoriana y asimilación al modelo romano

La península ibérica que se encontró Sertorio a su llegada distaba mucho de ser homogénea, y el sabino era consciente de ello. La anterior experiencia como tribuno militar bajo el mandato del gobernador Tito Didio, probablemente entre el 97 y 93 a. C., le sirvió para tomar contacto con los locales. Sabía, así mismo, que la guerra en Hispania era su única posibilidad de retornar a Roma, gracias al elemento legitimador que le proporcionaba el proconsulado de la Citerior, otorgado en el 83 en contraposición al gobierno silano. Sertorio reunirá bajo su liderazgo una amplia y heterogénea red clientelar, vista como un medio necesario para desafiar al gobierno establecido en Roma y completar sus objetivos políticos.

La elección de Hispania como escenario del conflicto no fue casual. Sin entrar a fondo en las identidades de la península y su relación con el poder romano, que daría para un extenso análisis, se podría alegar que se trata de un espacio geográfico-histórico muy diverso, heterogéneo, dinámico y en constante cambio. A pesar de conservar las tradiciones étnicas, lingüísticas y religiosas propias, la presencia romana y la proyección de su modelo va a tener un gran impacto entre las comunidades locales. Entre el final de las guerras celtibéricas en el 133 a. C. y el inicio de la campaña sertoriana en el 81 a. C., el proceso escalonado conocido tradicionalmente como romanización presentó sus resultados más contundentes e inmediatos en la costa mediterránea y en el valle del Guadalquivir.

Costa catalana y bajo Ebro muestran un grado de integración menor, mientras que la meseta y las tierras entre el Guadiana y el Tajo conforman las áreas donde la influencia romana es más escasa. La reducida emigración itálica y la llegada de refugiados políticos tanto populares como optimates a causa de la crisis de la República introducirá a las comunidades locales en la problemática romana, encontrándose en la tesitura de escoger entre uno de los dos bandos que protagonizan la guerra civil. Hispania se presenta para Sertorio, en este contexto, como un escenario ideal, tanto desde el punto de vista militar como económico, desde el que alargar la contienda contra Sila.

La visión hacia Sertorio y su causa en las diversas áreas es dispar, al igual que el apoyo proporcionado por los pueblos que las conformaban. Allí donde el contacto romano es menor, el sabino logrará llevar a cabo sus objetivos políticos combinando las conocidas instituciones locales con las propiamente romanas. Son de igual importancia, de cara al compromiso local, ciertas medidas tomadas por el de Nursia, tales como la reducción de la carga fiscal, la exención a las comunidades de los costes de alojamiento de las tropas y el buen trato hacia las elites locales. Como señala Plutarco (Sert., 6,7):

“Cuando se encontró pueblos florecientes por su número y por su juventud en edad militar, pero mal dispuestos con todo gobierno por la codicia y violencia de los generales enviados cada vez, se ganaba a los poderosos con su trato y libraba de impuestos a la mayoría”.

Desde el desembarco en el 80 a. C. en Baelo hasta las campañas de Metelo y Pompeyo del 73 a. C., Sertorio contó con el pleno apoyo lusitano. Tradicionalmente situados entre el Duero y el Tajo, su identificación en las fuentes literarias bajo el etnónimo de lusitani resulta extremadamente complicada. Como indica Pilar Ciprés, se trataría de un término usado por los autores cásicos para designar un conjunto de comunidades fuera del dominio romano con ciertas características culturales en común, cuyo rasgo definitorio es el poder militar. Es de gran importancia la actividad continuada lusitana tanto al sur del Tajo, en forma de incursiones y razias contra comunidades de la Ulterior aliadas de Roma, como la conexión mantenida con el norte de África, llegando a sitiar la ciudad mauritana de Ocilis. Fue precisamente en Tingis, Mauretania, donde contactaron con el sabino en torno al 80 a. C., con la intención de ofrecerle un mando militar sobre algunas de sus poblaciones, indicador del conocimiento lusitano acerca de lo que sucedía más allá del Estrecho. Los embajadores habrían sabido del carácter de Sertorio y de las conquistas llevadas a cabo en territorio norteafricano, llegando a ser comparado con la imagen de Viriato.

Mapa de Hispania en el 76 a. C. Elaboración de I. Regueiro Salcedo. 

Las distintas comunidades lusitanas, atraídas por el prestigio del general romano, verían a Sertorio como un jefe militar supremo, en unas circunstancias en las que Lusitania se encontraba, aunque no totalmente pacificada, bajo dominio romano. En un momento de fuerte crisis interna de la República, el sabino buscaba reunir un ejército para ver cumplidos sus objetivos políticos, y hará uso del malestar lusitano hacia Roma en su propio beneficio. Los vínculos mantenidos entre los lusitanos y el de Nursia, por lo tanto, responden a una convergencia de intereses. Los locales ven a Sertorio como la única figura capaz de llevar adelante la lucha contra Roma, opinión nunca compartida por el sabino, quién los utilizaba, al tratarse de una parte importante de sus fuerzas, como medio para procurar su regreso a Italia.

Una situación similar impera en la meseta central y el sistema ibérico, habitados por vacceos y celtíberos, respectivamente. La larga tradición guerrera de enfrentamiento a Roma, como consecuencia de las represalias tomadas por ésta durante y tras las guerras celtibéricas (154-133 a. C.), pondrán a los vacceos y a gran parte de los celtíberos bajo la causa sertoriana. Sertorio, en cambio, esta vez no representaría la vía rebelde necesaria para combatir al dominio romano. García Morá defiende la existencia de cierta integración al poder romano en Celtiberia tras cincuenta años del final de las guerras celtibéricas, razón del relativo éxito de una causa fundamentalmente romana como la sertoriana y de la falta, al mismo tiempo, del apoyo necesario en el seno de la sociedad lusitana.

Tanto en el Valle del Ebro central y oriental, desde Calagurris hasta la desembocadura del Iber, como en el área levantina la situación es muy distinta. Son zonas que desde finales del siglo II a. C. presentan una fuerte asimilación al modo de vida y tradiciones romanas y sobre todo itálicas. Esto se debe en parte, en el caso específico del Valle del Ebro, a la migración osco-umbra. Estos colonos itálicos introdujeron diversos elementos de sus tierras de origen como la organización del ejército al estilo socii, que fueron, en opinión de Roldán, decisivos a la hora de apoyar a Sertorio.

Tras la guerra social (90-88 a. C.) un gran número de itálicos habían perdido sus tierras en beneficio de los soldados veteranos de Sila, quién había sofocado los levantamientos de los socii. Esta coyuntura económica acercó a una gran parte de la sociedad italo-romana en Hispania al bando popular en la guerra civil (88-81 a. C.), y por consiguiente a la causa sertoriana, la cual tenía como objetivo principal acabar con el gobierno silano. Va a ser en esta zona nororiental de la península donde Sertorio va a establecer la base de su poder político y militar, siendo Osca, Ilerda, Bilbilis o Calagurris los casos más significantes del Ebro, mientras que Valentia y Dianium constituyen los núcleos levantinos más relevantes de cara a la guerra naval.

En la Hispania Ulterior, en cambio, el éxito de Sertorio entre las élites locales fue muy escaso. Este territorio, conquistado desde hacía tiempo por Roma, se caracterizaba por un predominio de la colonización propiamente romana, no itálica, y por consiguiente se mantuvo fiel a la República durante todo el conflicto. Lo mismo sucede en los núcleos con mayor presencia de ciudadanos romanos ubicados en territorio sertoriano, como Tarraco o Saguntum, los cuales permanecen del lado del gobierno senatorial gracias a las longevas relaciones mantenidas con éste. Razones ajenas a la política romana fueron también fundamentales a la hora de la toma de partido por la facción optimate por parte de comunidades y poblaciones indígenas de la Hispania Citerior, como las rivalidades y conflictos hispanos preexistentes. Este sería el caso de berones, autrigones, bursaones cascantinos, graccurritanos o el caso de Lauro, quienes pidieron auxilio a Pompeyo frente a la amenaza que suponían Sertorio y sus aliados.

Hispanos en las legiones sertorianas

Como consecuencia del éxito y del impacto del programa sertoriano en las diversas comunidades, el sabino contará con importantes recursos bélicos en la península, primordiales para llevar adelante la resistencia frente a unas fuerzas senatoriales bien organizadas y pertrechadas. Es especialmente importante el apoyo militar proporcionado por lusitanos y celtíberos, quienes difieren entre ellos en el modo de entender y llevar a cabo la guerra. Así lo afirma Pilar Ciprés, exponiendo las formas de hacer la guerra de ambos grupos de población, las cuales estarán muy presentes en las estrategias bélicas utilizadas por Sertorio.

Las fuerzas militares lusitanas, configuradas en bandas o ejércitos autóctonos de muy diverso origen en la lucha contra Roma, están dirigidas por un jefe, quién realiza operaciones de pillaje y saqueo fuera de su respectivo territorio. Generalmente los lusitanos, de fuerte carácter guerrero, son definidos como bandidos por los autores clásicos. De acuerdo a Diodoro y Apiano, más que un ejército organizado, son las bandas de salteadores las que realizan las actividades militares desde las montañas. Son características las emboscadas seguidas de una huida, haciendo uso del elemento de la sorpresa y la rapidez de las tropas, evitando, en la medida de lo posible, los enfrentamientos en campo abierto. Sertorio, en la primera etapa del conflicto (79-77 a. C.), siendo el jefe militar de algunas de dichas bandas de las montañas, llevó adelante la guerra usando la estrategia militar lusitana. Conseguirá, así, neutralizar a Metelo, sabiendo la efectividad de dichas tácticas contra las legiones romanas y los problemas de maniobrabilidad que éstas presentan en terrenos no llanos.

La guerra en el caso celtíbero y vacceo, a diferencia del lusitano, se conforma en relación a la escalonada conquista romana. La heterogeneidad y falta de cohesión presente en los territorios celtíberos y vacceos y la numerosa cantidad de comunidades y ciudades-estado, agrupadas a su vez en otras mayores, hacen que la guerra sea propia y única en cada una de las mismas. Es destacable, atendiendo al siempre recurrente caso sertoriano, la concepción celtíbera de la muerte honorable en combate, en la que no tiene cabida el temor a perecer. Esta se verá plasmada en la deuotio y en la consagración del guerrero celtíbero a Sertorio hasta la muerte, anteponiendo la vida del líder a las suya propia.

Sertorio no sólo hizo uso para su propio beneficio de las instituciones bélicas y los efectivos militares indígenas, sino que los sometió a la disciplina romana, dejando entrever las dotes estratégicas del sabino. Armó y organizó a un muy variado contingente al estilo de las legiones romanas, a la par que integraba las tácticas guerrilleras en su propio estilo de hacer la guerra, evitando los combates en campo abierto y aprovechando en su favor el vínculo existente entre las tropas autóctonas y su respectivo territorio. Por lo que, además de convencer a las comunidades indígenas de los objetivos de su causa, hizo un uso muy efectivo del reclutamiento y las formas de hacer la guerra presentes en la península ibérica.

Guerrero hispano al servicio de Sertorio, c. 75 a. C. Quizás un celtíbero o un lusitano, va equipado con una mezcla de elementos romanos e indígenas. Ilustración de Ángel García Pinto para Desperta Ferro nº 5: La República en peligro. 

Bibliografía

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